Degradación de ecosistemas.
Biól. (Mgter) María Cristina Morláns
Mgter. en Conservación y Gestión del Medio Natural
Para alumnos de:
Carrera de Ingeniería de Paisajes, Asignatura Ecología del Paisaje
Carrera de Ingeniería Agronómica, Asignatura Ecología Agraria
CONTENIDO:
I: EROSION
II: DESERTIFICACION
III: ESTABILIDAD
DE LOS SISTEMAS ECOLÓGICOS – SU CAPACIDAD DE RESPUESTA A DIFERENTES DISTURBIOS.
Lectura complementaria:
Los
problemas ambientales de Argentina (Resumido de “Singularidades
territoriales y problemas ambientales de un país asimétrico y terminal” de
Matteucci, S. y
J. Morello – GEPAMA
DEGRADACIÓN
DE ECOSISTEMAS.
I. EROSIÓN:
Las
formas resultantes del relieve terrestre son consecuencia de la acción
combinada de procesos de desgaste por los agentes dinámicos de la atmósfera y
la acción de fuerzas internas de la Tierra, que producen sobre la corteza
plegamientos y empujes, originando las cadenas montañosas y los continentes.
Mientras que unos y otros tienen relación con la acción y mecanismos
climatológicos y geológicos, es de reconocer la importancia que tienen estos
aspectos sobre el modelado de las formas, alteración de las rocas, suelos y
procesos de transporte.
Los
principales procesos de desgaste son:
- Meteorización o
intemperismo, que es la alteración física
y química de los materiales de la corteza terrestre por agentes tales como el
agua, hielo, el viento, los cambios de temperatura, la actividad biológica y
componentes químicos de la atmósfera. La meteorización prepara el material para
ser erosionado pero no lo moviliza
-
Erosión, que es el proceso de arranque, transporte y sedimentación del
material. No hay erosión si no se producen las tres fases. Después que la roca
o suelo ha sido alterado, actúan los agentes dinámicos para recoger las
partículas y fragmentos y transportarlas hasta los diferentes ambientes de
deposición. Los agentes involucrados en la
erosión son el agua (erosión hídrica) y el viento (erosión eólica), que por lo
general actúan en forma combinada.
El
transporte y la sedimentación están directa o indirectamente relacionados con
gradientes topográficos.
Los
dos procesos forman parte del ciclo natural de las sustancias y pueden
considerarse como fenómenos geológicos o naturales. Se observan en forma
de acciones y reacciones en todo el sistema ecológico, el cual tiende a mantenerse
en equilibrio. La erosión de los suelos lleva a los ríos sedimentos y
nutrientes, mantiene el equilibrio sedimentario en los cauces y en las playas y
conforma espacios muy fértiles como son los deltas o las llanuras aluviales En
contraste, la erosión del suelo puede ser enormemente acelerada por las
actividades humanas o por raros acontecimientos naturales, originando un estado
de erosión acelerada, que transporta
el suelo a un ritmo mucho más rápido que aquel a que puede ser formado.
Este
último término es el que está relacionado con la desertificación del
territorio porque no es sostenible para el suelo y además altera y degrada la
vegetación, los flujos hídricos, la fauna, etc. Las tasas de erosión geológica
son sostenibles pero las tasas de la erosión acelerada no permiten su
regeneración.
Erosión eólica: se define como el desprendimiento y
arrastre de las partículas del suelo ocasionados por el viento. El viento es un
eficiente agente de erosión y su acción, particularmente en zonas de climas áridos,
semiáridos y desérticos, es responsable del transporte y deposición de grandes
volúmenes de sedimentos con desarrollo de un paisaje eólico típico.
El viento transporta las partículas de los suelos
de tres maneras:
·
Por arrastre: las partículas más gruesas (500 -
2000 micrones).
·
Por saltación: las partículas medianas (100 -
500 micrones).
·
En suspensión: las partículas pequeñas o
livianas ( < 100 micrones).
La erosión eólica se ejerce mediante dos
procesos:
abrasión y
deflación.
La deflación se produce
cuando las partículas sueltas que se hallan sobre la superficie del suelo son
barridas, arrastradas o levantadas por el aire; este proceso actúa donde la
superficie del terreno está completamente seca y recubierta de pequeños granos
de arena sueltos procedentes de la meteorización de la roca o previamente
depositadas por el agua en movimiento, el hielo o las olas.
Dependiendo de su
velocidad, el viento puede transportar desde partículas finas (limo, arcillas)
hasta arena gruesa (requiere vientos de más de 36 Km/h) y depositarlas muy
cerca de su origen o transportarlas de cientos a miles de kilómetros. La grava
y los cantos de 5 a 8 mm de diámetro suelen rodar por el suelo llano cuando el
viento es muy intenso, pero no recorren grandes distancias ya que es muy fácil
que queden retenidos en agujeros.
La abrasión eólica
o corrosión se produce cuando el viento arrastra arena y polvo
contra las rocas y el suelo y requiere del transporte de elementos cortantes.
Los principales factores
actuantes en la erosión eólica son:
a. Clima: Los factores climáticos - precipitación, temperatura,
humedad atmosférica y vientos - tienen una influencia central en la generación
y desarrollo de los procesos de erosión eólica. A mayores precipitaciones y
contenidos de humedad, el suelo es más resistente a las voladuras, mientras que
las elevadas temperaturas, la baja humedad del aire y los vientos fuertes
influyen en la evapotranspiración determinando la pérdida del agua edáfica. No
obstante, las pérdidas de suelo están
estrechamente relacionadas con la lluvia, en parte por el poder de
desprendimiento del impacto de las gotas al golpear el suelo y, en parte, por
la contribución de la lluvia a la escorrentía. Esta contribuye particularmente
a la erosión por flujo superficial y en regueros, fenómenos para los que la
intensidad de precipitación se considera, generalmente, la característica más
importante. La respuesta del suelo a la lluvia puede estar determinada, también
por las condiciones meteorológicas previas.
b. Características del
suelo: La erosionabilidad o
erodabilidad del suelo por causa de los vientos esta relacionada con la textura
y estabilidad estructural. Los suelos de textura gruesa son más susceptibles a
erosionarse y menos propensos a formar estructuras estables.
c. Rugosidad de la
superficie: Al aumentar la rugosidad
de la superficie se reduce la velocidad del viento y, por lo tanto, disminuye
la posibilidad de traslación de las partículas del suelo.
d. Exposición a la acción
eólica: Las exposiciones prominentes
del relieve, en general se encuentran considerablemente más expuestas a la
acción del viento, respecto de los ambientes planos o plano - cóncavos,
naturalmente protegidos.
e. Vegetación: Es uno de los factores más importantes de protección
contra la acción del viento. La vegetación actúa como una capa protectora o
amortiguadora entre la atmósfera y el suelo. Los componentes aéreos, como hojas
y tallos, absorben parte de la energía de las gotas de lluvia, del agua en
movimiento y del viento, de modo que su efecto es menor que si actuaran
directamente sobre el suelo, mientras que los componentes subterráneos, como
los sistemas radiculares, contribuyen a la resistencia mecánica del suelo.
También reduce la velocidad, frena o atrapa a las partículas en movimiento.
Depositación: Cuando el viento pierde su velocidad y con ello su
capacidad para transportar las partículas de arena y de polvo que ha levantado
de la superficie, éstas caen nuevamente sobre el terreno. Los rasgos del
paisaje, formados por los materiales depositados por el viento, son de varios
tipos, dependiendo éstos del tamaño de las partículas, la presencia o ausencia
de vegetación, la constancia de la dirección del viento y la cantidad de
material susceptible de ser movido por el viento. Los depósitos eólicos más
conocidos son los loess y las dunas o médanos (depósitos de arena).
Loess: es un sedimento clástico no
compactado (
compactado = loessita) que se compone principalmente de
granos de limo (0,002mm a 0,063mm,
preponderando los granos de diámetros entre 0,02 y 0,05mm). El
componente principal es cuarzo acompañado por feldespato, calcita y mica, con
hidratos de óxido de hierro (limonita por ejemplo). El Loess es un producto del
soplo del viento en las áreas con depósitos glaciarios y su espesor varía desde unos cuantos
centímetros hasta 10 o más metros.
Depósitos
de arena: A diferencia de los
depósitos de loes, que cubren áreas completas, los depósitos de arena presentan
ciertas formas características y fáciles de reconocer. Con frecuencia el viento
reúne las partículas de arena en montículos y promontorios llamados dunas o
médanos, los cuales se mueven algunas veces lentamente a lo largo de la
dirección del viento. Algunos médanos tienen solamente 30 centímetros de
altura, pero otros alcanzan grandes proporciones.
Mecánica de movimiento de las partículas
La sombra de viento: Cualquier obstáculo,
grande o pequeño, que se interponga en el camino del viento, desviará el aire
en movimiento, creando una "sombra de viento" del lado de sotavento,
así como otra más pequeña del lado del viento inmediatamente enfrente del
obstáculo. Dentro de cada sombra de viento el aire se mueve en remolinos con un
movimiento medio menor que el del viento que pasa por fuera. El límite entre
las dos zonas de aire que se mueven a diferentes velocidades se llama
superficie de discontinuidad.
Cuando las partículas de arena son empujadas por
el viento y chocan con un obstáculo, se asientan en la "sombra de
viento" que está inmediatamente enfrente de dicho obstáculo. Puesto que la
velocidad del viento es baja en esta sombra de viento, tiene lugar el depósito
formándose gradualmente un pequeño montículo de arena. Otras partículas rebasan
el obstáculo y cruzan la superficie de discontinuidad dentro de la sombra de
viento de sotavento detrás de la barrera. Aquí nuevamente son bajas las
velocidades, sobreviene el depósito y se forma un montón de arena (el médano),
proceso que es ayudado por el aire que se arremolina y tiende a barrer la arena
hacia el centro de la sombra de viento.
Sombra de viento de un médano: un médano
actúa por sí mismo como una barrera que corta al viento y, al interrumpir el
flujo de aire, puede provocar el depósito de arena. El perfil a través de un
médano muestra una pendiente suave del lado del viento y otra pendiente más
pronunciada en el lado opuesto.
Frente a la pendiente más pronunciada existe
una sombra de viento en la que el depósito de arena es activo. El viento
conduce los granos de arena sobre la pendiente suave hasta la cresta de la duna
y a continuación caen dentro del área de la sombra de viento. La pendiente más
abrupta, del lado de sotavento, se llama cara de deslizamiento, debido a los
pequeños deslizamientos de arena que allí se producen.
El
depósito continuo y el desplome periódico a lo largo de la cara de
deslizamiento es factor importante en el crecimiento lento o en el movimiento
del médano en dirección del viento.
Los médanos pueden ser activos o “vivos”, cuando
por no existir vegetación están cambiando constantemente de lugar bajo la acción
de las corrientes eólicas. Se dice que son inactivos o fijos cuando la
cobertura vegetal impide el desplazamiento de los mismos.
Tempestades de polvo y arena: Es una de
las manifestaciones más directas de la erosión eólica.
Los fuertes vientos que imperan en las regiones
desérticas llevan, durante las estaciones secas, grandes cantidades de fino
polvo en suspensión en forma de enormes y densas nubes que reciben el nombre de
tempestades de polvo. Se originan cuando la superficie del terreno ha sido totalmente
desposeída de su cobertura vegetal; una tempestad de polvo adopta la forma de
una gran nube oscura que se extiende a varios cientos de metros de altura; la
oscuridad y la visibilidad son unos de sus indicadores. Se ha estimado que 1
Km3 de aire puede llevar en suspensión unas 900 toneladas de polvo (el
suficiente como para construir una colina de 3 Km de base y 30 metros de
altura).
El polvo viaja por el aire a considerables
distancias; algunas tempestades de polvo han llegado a recorrer 4.000 Km. La
auténtica tempestad de arena del desierto es una nube baja de arena en
movimiento que alcanza sólo unos pocos decímetros de altura, a no más de 2
metros sobre el suelo; consiste en numerosas partículas de arena transportadas
por ráfagas de viento impetuoso. La razón por la que la arena no alcanza gran
altura es que cada una de las partículas se traslada por movimientos de
saltación, describiendo una trayectoria curva e incide contra el suelo con
fuerza considerable pero con una ángulo bajo. El impacto hace que el grano
vuelva a rebotar y ascienda de nuevo. Por ejemplo, los postes telefónicos que
se hallan en llanuras arenosas afectadas por este tipo de tormentas son
rápidamente corroídos en su base, a menos que se proteja a éstos con plantas
metálicas o con grandes piedras.
Erosión hídrica: Es el
proceso de remoción del suelo, principalmente la capa arable del mismo, por la
acción del agua.
El
agua ejerce una fuerza de arrastre sobre la superficie del suelo, arrancando
partículas de material mineral cuyo tamaño varía desde la fina arcilla hasta la
arena gruesa o grava, dependiendo este hecho de la velocidad de la corriente y
del grado en que las partículas estén unidas por las raíces de las plantas o
mantenidas bajo un manto de hojas caídas.
La escorrentía y la erosión se inician con el impacto de gotas de
lluvia sobre el suelo desnudo. Suelo salpicado en postes de cercos o murallas
en un campo, o una parcela de suelo desnudo, son evidencia concreta de la
fuerza de grandes gotas de lluvia cayendo sobre suelo desnudo. La energía
impresa a las gotas de lluvia disgrega el suelo en partículas muy pequeñas que
obstruyen los poros, provocando una selladura superficial que impide la rápida
infiltración del agua. Las gotas de
lluvias que caen sobre una superficie árida son agentes de erosión notablemente
efectivos, pues el impacto de las gotas compacta la superficie del suelo al
tiempo que la salpicadura arranca y desplaza partículas de material sin
consolidar. Las mediciones han demostrado que pueden mover hasta 250 toneladas
de material por hectárea, simplemente por medio de la salpicadura. En una
superficie a nivel las partículas se mueven hacia delante y hacia atrás, pero
en una superficie inclinada tienden a moverse pendiente abajo, dando lugar a un
proceso denominado erosión por salpicadura; en una vertiente, por ejemplo, este
tipo de erosión tiende a transportar el suelo hacia niveles inferiores,
disminuyendo la capacidad del mismo para que se infiltre el agua, debido a que
las aberturas naturales del suelo quedan taponadas por las partículas movidas
por la salpicadura de las gotas de lluvia. Debido al
sellamiento, sólo una pequeña parte del agua de lluvia consigue infiltrarse,
mientras que la mayor parte se escurre superficialmente, perdiéndose para las
plantas y causando (al descender las laderas) apreciables daños por erosión.
Por otro lado, cuando el suelo se encuentra cubierto con plantas o residuos de
las mismas, la masa vegetal absorbe la energía de las gotas que caen; las
cuales se escurren lentamente hasta la superficie del suelo, donde infiltran
rápidamente, pues la cobertura impide el taponamiento de los poros.
El secado del sellamiento superficial provoca el encostramiento
del suelo, que puede dificultar y hasta impedir la germinación y emergencia de
semillas. El encostramiento se forma principalmente en suelos desnudos.
El
transporte se realiza básicamente por medio de los flujos laminares y
concentrados en superficie.
La arroyada superficial se genera cuando la
lluvia supera la capacidad de infiltración del suelo o cuando éste se satura.
Tras el encharcamiento, el efecto de la gravedad hace que el agua se mueva
pendiente abajo pero el flujo es muy variable, llegando a desaparecer en
aquellas zonas más permeables. El flujo subsuperficial es el que tiene
lugar en el interior del suelo y puede producirse de forma concentrada o a
través de los poros del suelo. La erosión por escorrentía concentrada
es capaz de transportar una mayor cantidad de material y da lugar a regueros y
cárcavas. Los movimientos en masa pueden contribuir con un gran volumen
de sedimentos en zona húmedas, mientras que la erosión eólica es
importante en ambientes áridos y periglaciares donde la vegetación es
insignificante y donde el viento es persistente.
La
erosión hídrica es directamente proporcional a la cuantía de la precipitación y
a la longitud de la vertiente, pero inversamente proporcional a la capacidad de
infiltración del suelo y a la resistencia que opone la superficie.
Obviamente, cuanto mayor es la pendiente del terreno, mayor es la velocidad de
flujo y más intensa es la erosión.
Los deslizamientos, corrientes fluviales,
glaciales y asentamientos de materiales implican el desplazamiento de masas de
materiales de acuerdo a un gradiente topográfico determinado como así también a
presiones existentes entre dos zonas de diferente posición en el espacio.
Cuando los suelos superficiales son perturbados
para urbanismo y/o cualquier otra actividad que el hombre proyecte (cultivos,
ganadería, apertura de caminos, etc), entre todos los efectos que conllevan
estas acciones, la de escorrentía superficial puede determinar condiciones
críticas de estabilidad; en el mismo sentido opera la remoción de la vegetación
natural la cual absorbe esfuerzos tensionales desarrollados en la masa de suelo,
evitando que se produzcan derrumbes y deslizamientos. Estos estados de
inestabilidad se hacen gradualmente o intempestuosamente más críticos con el
tiempo, bajo la acción de eventos adversos hidrológicos - meteorológicos
(lluvias, desecación, cambios en el drenaje, etc) pudiendo alcanzar estados
irreversibles de difícil y costoso control.
Los
diversos síntomas y consecuencias que acompañan a la erosión del
suelo provocada por la alteración o destrucción de la capa natural de
vegetación pueden clasificarse de la
manera siguiente:
-
Erosión laminar o superficial. Es la
eliminación de las capas superficiales que cubren un área de terreno de cierta
extensión, causada principalmente por precipitaciones fuertes y por la
exposición al viento. La erosión laminar degrada o destruye el suelo en
perjuicio de los cultivos o de la flora y fauna naturales.
-
Erosión en surcos o regueros. En este
tipo de erosión, el aumento del escurrimiento superficial hace que se formen
surcos, pudiendo abrir incluso profundas incisiones. La consecuencia es el
agrietamiento y la fracturación del terreno. La erosión en surcos es una forma
aguda de la erosión laminar.
-
Erosión en barrancos o cárcavas. Este
tipo de erosión se da especialmente en corrientes de agua intermitentes. Puede profundizar
el lecho de las mismas y causar erosión profunda, erosión lateral y de las
orillas, así como alteraciones en el curso de las aguas. Asimismo, puede tener
efectos sobre el caudal, las condiciones de flujo, las aguas subterráneas, la
vegetación, los cultivos agrícolas y la infraestructura humana.
-
Caída y deslizamiento de elementos terrosos.
Este tipo de erosión es causado por la gravedad, en conjunto con factores
naturales o antrópicos, y puede producir daños ecológicos e infraestructurales.
- Sedimentación,
aluvión. Se define como la acumulación y el depósito de sólidos que han
sido erosionados en otros lugares y transportados posteriormente por el agua o
el viento. Sus consecuencias negativas incluyen el encenagamiento de embalses,
canales y aguas corrientes, el avance de médanos y el enarenamiento de
poblaciones y zonas de vegetación.
II. DESERTIFICACIÓN
En la
Conferencia de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente y
Desarrollo (CNUMAD) se definió a la desertificación como la degradación de
la tierra en zonas áridas, semiáridas y subhúmedas secas derivadas
fundamentalmente de las variaciones climáticas y las actividades humanas " a través de prácticas inadecuadas de producción y
cultivos inapropiados – altamente demandantes de insumos -, sobrepastoreo y
desmonte de bosques.
Tras el vocablo desertificación se esconde un conjunto de
procesos interrelacionados (físicos, biológicos, económicos, históricos,
sociales, culturales y políticos) que se manifiestan a diferentes niveles
de resolución, tanto espaciales como temporales;
La desertificación implica el empobrecimiento y degradación de los
ecosistemas terrestres por sobreexplotación, uso y gestión inapropiados en
territorios fragilizados por las sequías y la aridez. La desertificación
es, a la vez, una crisis climática y socioeconómica que desencadena nuevos
mecanismos de degradación ambiental que dificulta o impide el uso y la
conservación sostenible de los recursos naturales;
Desertificación es
proceso de simplificación ecológica, porque genera aridez. La reducción
de la biomasa altera el régimen y disponibilidad hídrica, al tiempo que
aumentan la erosión y el déficit hídrico. Las causas hay que buscarlas en la
acción sinérgica de un conjunto de procesos climáticos, geomorfológicos y antrópicos
(Fig. 1,), difícil de frenar que refuerza o amplifica mecanismos naturales
a causa de la intervención humana.
Fig. 1:
Adaptada de López Bermúdez, F., 2004
Procesos de la desertificación.
El proceso de
desertificación comprende no sólo los factores del proceso propiamente dicho sino también
factores condicionantes, factores causales y factores de impacto.
Los
factores del proceso en sí mismo son: degradación de la cubierta
vegetal, erosión hídrica, erosión eólica, salinización, reducción de la materia
orgánica del suelo, encostramiento y compactación del suelo y la acumulación de
sustancias tóxicas para las plantas o los animales. De éstos, los cuatro
primeros son considerados procesos primarios de desertificación y los tres
últimos secundarios. Los procesos primarios son llamados así porque sus efectos
son amplios y tienen un impacto muy significativo sobre la producción de la
tierra.
Los factores condicionantes
naturales son, por ejemplo, los antecedentes climáticos, geomorfológicos,
pedológicos, fitogeográficos e hidrológicos. Los factores condicionantes
antrópicos, o sea del ámbito social, se producen generalmente a raíz de
sistemas de uso inadecuado o mal manejo de los recursos naturales. Un ejemplo
son sistemas ganaderos extensivos como monocultura, falta de diversidad
productiva estabilizante y el tipo de provisión de energía de la población.
También corresponde citar factores condicionantes del ámbito político, como la
inexistencia del concepto de planificación
y uso del espacio así como la ausencia de planes de utilización de la
tierra y escasa reglamentación (y menos cumplimiento) de reglamentación para la
protección de los recursos.
Los factores causales son,
por ejemplo, pastoreo y pisoteo, extracción de leña, la tecnificación (caminos,
prospecciones petrolíferas y mineras, etc.) y el fuego. Los factores causales
del ámbito social se derivan, al menos parcialmente, del tipo de tenencia de la
tierra, de la debilidad de los capitales y/o la escasa predisposición a la
inversión de las empresas agropecuarias. Esto deriva frecuentemente en un
manejo deficiente de los recursos y como consecuencia de ello resultan la
migración, el empobrecimiento de pequeños y medianos productores y una
degradación de las condiciones socioeconómicas y culturales. Estas
consecuencias dan lugar principalmente a la pérdida del potencial de uso de la
tierra, pérdida de superficies utilizables y disminución de la capacidad de
carga.
Las consecuencias o factores
de impacto se hallan relacionados con la degradación del paisaje respecto a la
situación inicial en condiciones naturales o casi naturales del ecosistema.
Ejemplo de esto es la destrucción más o menos pronunciada de la vegetación y
del suelo.
Los factores condicionantes,
causales, del proceso y del impacto se refuerzan sinérgicamente en el proceso,
constituyendo la magnitud y dinámica de la desertificación.
Los indicadores pueden ser
agrupados en el ámbito social y natural, de acuerdo al tipo de proceso. Los
correspondientess a los factores condicionantes, como por ejemplo el clima
árido, son la presencia de ventifactos o pavimentos de desierto; los
relacionados con factores del proceso son modificaciones en la composición
florística y faunística, decapitamiento de perfiles de suelo, exposición de
raíces, lenguas de acumulación de arena, médanos o dunas, montículos, surcos,
cárcavas, etc.
Los correspondientes a los
factores causales serían el sobrepastoreo en el extremo grado del uso de
especies forrajeras hasta la desaparición de las mismas del sistema. Los
indicadores sociales, respecto a los factores consecuentes, pueden ser índices
de migración interna, índice de distribución de hombres y mujeres así como
grupos de edades en la población. Otros indicadores son índices de empobrecimiento,
abandono de establecimientos e índices específicos en el área de salud y
educación.
Algunos indicadores sobre el estado de la desertificación
El proceso de desertificación se evalúa en base a tres criterios:
estado actual, velocidad (dinámica) y riesgo, y para cada uno de estos
criterios se consideran cuatro clases de desertificación: leve, mediana, grave
y severa.
VARIABLES
|
INDICADOR DE ESTADO
|
INDICADOR DE DINAMICA
|
Biofísicas
|
|
|
Cobertura vegetal
|
% de cobertura
|
Variación % cobertura
|
Estruc. Vegetación
|
Tipo fisonómico/florístico
|
Variación tipo
fisonómico/florístico
|
Biomasa activa aérea
|
Rangos Biom. Act. Aérea
|
Variación índice
vegetación
|
Suelos
|
|
|
Degradación química
|
% tierras salinizadas
|
Variación % tierras
salinizadas en superficie e intensidad
|
|
% tierras alcalinizadas
|
Variación en superficie e
intensidad
|
Degradación biológica
|
% carbono orgánico
|
Variación % C orgánico
|
Degradación física
|
Profundidad efectiva
|
|
|
Textura
|
Variación en superficie e
intensidad de áreas con erosión hídrica, eólica y combinada
|
|
Espesor del horizonte
superficial
|
|
Geomorfología
|
|
|
Relieve
|
Unidades de relieve
|
|
Procesos morfo-dinámicos y
estructurales activos
|
Distribución, magnitud e
intensidad de tales procesos
|
Variación en la
distribución, magnitud e intensidad de los procesos
|
Geoformas especiales
|
Presencia de conjuntos
típicos de geoformas asociadas con la desertificación
|
Variación en la presencia
de conjuntos típicos de geoformas asociadas con la desertificación
|
VARIABLES SOCIALES
|
INDICADORES DE ESTADO
|
Población y asentamientos
humanos
|
% población económicamente
activa
|
Indice de capacidad
reproductiva de la población
|
Indice de masculinidad
|
|
Densidad de población urbana y rural
|
Indice de concentración de
población
|
|
Saldo migratorio
|
Indice de redistribución intercensal
|
Para evaluar el
grado o severidad de la desertificación suele utilizarse un sistema de
indicadores siguiendo un esquema propuesto por la FAO (FAO, 1984) el que debe
ser modificado teniendo en cuenta las condiciones locales. El uso de la matríz
permite una evaluación objetiva al reducir los factores subjetivos de los
observadores y garantiza además la comparabilidad de datos de campo procedentes
de zonas heterogéneas.
A modo de
ejemplo, se incluye la matríz utilizada para la evaluación del estado actual de
la desertificación en áreas representativas de la Patagonia (Cooperación
Técnica Argentino – Alemana,1995)
CLASES DE DESERTIFICACION
|
LEVE
|
MEDIA
|
GRAVE
|
SEVERA
|
1.Degradación
de la cubierta vegetal
|
|
|
|
|
% cobertura de plantas
perennes
|
+ 50
|
50-20
|
19-05
|
- 05
|
% cobert. absoluta
especies forrajeras
|
+ 30
|
30 - 10
|
09-05
|
- 05
|
Cambio florístico
(invasión de especies)
|
Leve
|
Media
|
Grave
|
Severa
|
Deformación arbustos por
ramoneo
|
Leve
|
Media
|
Grave
|
Severa
|
2. Degradación del suelo
|
|
|
|
|
2.1. por erosión hídrica
|
|
|
|
|
Tipo de erosión
|
Laminar incipiente
|
Laminar y surcos
|
Surcos y cárcavas
|
Cárcavas abundantes
|
Profundidad e intervalo entre surcos o
canalículos o canales
|
Canalículos + 2 cm; intervalos frecuentes de 3 m
|
Surcos de 2 a 15 cm;
intervalos de 3 m
|
Surcos 2 a 15 cm a
intervalos de 1,5 a 3 m
|
Surcos en intervalos
menores a 1,5 m
|
Profundidad de cárcavas (m)
|
- 1,5
|
1,5 - 3
|
3 – 10
|
+ 10
|
Superficie afectada (%)
|
- 10
|
10-25
|
25-50
|
+ 50
|
Subsuelo expuesto (% superficie)
|
- 10
|
10-25
|
25-50
|
+ 50
|
Desnivel relativo montículos (cm)
|
- 10
|
10-30
|
30-60
|
+ 60
|
Pavim. De desierto, c/costras (%)
|
- 10
|
10-30
|
30-50
|
+ 50
|
Encostramiento (%)
|
- 10
|
10-25
|
30-50
|
+ 50
|
Plantas en pedestal
|
Leve
|
Media
|
Grave
|
Severa
|
2.2. por erosión eólica
|
|
|
|
|
Tipo de erosión
|
Ligero movimiento de suelo
visible y reciente (acumula-ción - 2 cm
|
Montículos en forma de
mantos
|
MontículosPavim. sin
costras, lenguas de acumul. y deflación, médanos
|
Lenguas de acumul. y
deflación (peladares), pavimentos sin costras. Médanos
|
Desnivel de montículos o acumulaciones
de origen eólico ("nebkas"), en cm
|
- 10
|
10-30
|
30-60
|
+ 60
|
Pavimento (reg) s/ costras (%)
|
- 10
|
10-30
|
30-50
|
+ 50
|
Superficie con "nebkas" en %
|
- 10
|
10-25
|
25-40
|
+ 40
|
Areas deflacionadas (peladares) %
|
- 10
|
10-25
|
25-40
|
+ 40
|
3.
Degradación por exceso de sales
|
|
|
|
|
Indicadores morfológicos
|
Ligeram. salinos en todo
el perfil
|
Modera-damente salinos en
superficie, algo alcalinos en profundi-dad
|
fuertem. salino en superf.
y moderad. alcalino en profund.
|
Fuertemente salinos y/o
alcalinos
|
III:
ESTABILIDAD DE LOS SISTEMAS ECOLÓGICOS – SU CAPACIDAD DE RESPUESTA A DIFERENTES
DISTURBIOS. (Sintetizado de: Vega, Ernesto y
Eduardo Peters, 2004. Conceptos generales sobre
el disturbio y sus efectos en los ecosistemas.
Aunque existen
definiciones que enfatizan distintos aspectos, en general la estabilidad está
compuesta por: a) la resiliencia o rapidez con la que el sistema regresa a sus
condiciones originales y b) la resistencia, que es la capacidad del sistema
para soportar disturbios (Wu y Loucks 1995).*
Estas propiedades son parte de un concepto muy amplio, el del equilibrio, que
ha servido como un marco de referencia obligado al estudiar ecosistemas. Sin
embargo, en las definiciones de las propiedades ecosistémicas subyace otro
concepto más: el de disturbio. Por ejemplo, la capacidad que tiene un
ecosistema para regresar a sus condiciones originales se hace evidente cuando
un disturbio lo aleja del estado basal.
*)
Según (Holling 1973, citado por Maass, M. 2003) la
gruesa corteza de los pinos les permite resistir al fuego, mientras que la
capacidad de rebrote de algunas especies es más bien una propiedad de
resiliencia. La estabilidad de un ecosistema es el resultado de estas dos
propiedades. Ante perturbaciones de baja magnitud, el ecosistema generalmente
se recupera sin muchos problemas. Sin embargo, ante eventos de gran magnitud,
la recuperación del sistema se vuelve más difícil. En algunos casos la
transformación del ecosistema es de tal severidad que, aún cesando la
perturbación, éste ya no regresa a un estado similar al original. Usualmente
mientras más resistente sea un sistema tomará relativamente más tiempo para que
vuelva a su estado inicial luego de un disturbio suficientemente fuerte como
para haber alterado su estado (Aber y Melillo, 1991)
«Un disturbio es cualquier evento relativamente discreto en el
tiempo que trastorna la estructura de una población, comunidad o ecosistema y
cambia los recursos, la disponibilidad de sustrato o el ambiente físico»
Pickett y White (1985).
Las especies y
las comunidades siempre han estado bajo diversos regímenes de disturbio. El
disturbio ha moldeado, cuando menos parcialmente, las historias evolutivas de
las especies. En consecuencia, no es atrevido sugerir que el disturbio natural
puede ser una parte fundamental de los ecosistemas (Sousa 1984, Pickett y
White 1985).
Las causas y los
efectos del disturbio, al igual que los métodos para evaluarlo, dependen en
gran medida del nivel de organización biológica que interese abordar Los
requerimientos para cuantificar disturbios serán diferentes si se trabaja con
zooplancton, con aves o con sistemas lagunares. Por lo tanto, es difícil
desarrollar técnicas «universales» para analizar disturbios.
A nivel de una población «un disturbio es un evento discreto y
puntual de mortalidad, desplazamiento o daño de uno o más individuos (o
colonias), que crea directa o indirectamente una oportunidad para el
establecimiento de nuevos individuos (o colonias)» (Sousa 1984). La
consecuencia implícita fundamental de esta definición es que los disturbios
liberan recursos que pueden aprovechar otros organismos.
Cuadro 1 . Definiciones de los conceptos usados
para caracterizar disturbios ambientales (Pickett y White 1985).
|
CONCEPTO
|
DEFINICIÓN
|
Disposición
|
Disposición
espacial, incluyendo relaciones con gradientes geográficos, topográficos,
ambientales y comunitarios.
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Frecuencia
|
Número
promedio de eventos por período de tiempo. La frecuencia es usada como
probabilidad de ocurrencia de disturbio, cuando es expresada como una
fracción decimal de eventos anuales.
|
Intervalo de
retorno
|
Inverso de la
frecuencia; es el tiempo promedio entre dos disturbios.
|
Período de
rotación
|
Tiempo
promedio necesario para perturbar un área equivalente al área de estudio (el
área de estudio debe estar explícitamente definida).
|
Predictibilidad
|
Una función
inversa, redimensionada, de la varianza del intervalo de retorno, que permite
ponderar la recurrencia del disturbio.
|
Área o tamaño
|
Área
perturbada. Puede ser expresada como área por evento, área por intervalo de
tiempo, área por evento por intervalo de tiempo o área total por tipo de
disturbio por intervalo de tiempo. Normalmente se expresa como porcentaje del
área total.
|
Intensidad
|
Fuerza física
del evento por área por unidad de tiempo ( e. g. calor liberado por
área por intervalo de tiempo en un incendio, o velocidad del viento en
huracanes).
|
Severidad
|
Impacto en el
organismo, la comunidad o el ecosistema ( e. g. bimomasa removida).
|
Sinergia
|
Efectos por la
ocurrencia de otros disturbios ( e. g. la sequía incrementa la intensidad
del fuego y el daño por insectos incrementa la susceptibilidad a tormentas).
|
Las
características y los efectos de los disturbios dependen también de la
movilidad del organismo estudiado. Cuando se trata de organismos sésiles ( i.e.
plantas) el disturbio puede caracterizarse mediante el tamaño del área
perturbada, la magnitud del evento, la frecuencia, la predictibilidad y el
período de rotación (el tiempo requerido para alterar toda la zona). De modo
complementario, la recolonización de una zona alterada depende de: 1) la
morfología, la fisiología y la ecología reproductiva de las especies presentes
antes del disturbio; 2) la morfología, la fisiología y la ecología reproductiva
de las especies que colonizaron el lugar o de las que pueden llegar al sitio;
3) las características del manchón de ambiente en el que ocurre el fenómeno
(intensidad y severidad del agente de disturbio, tamaño y forma, ubicación y
distancia de la fuente de colonizadores, la heterogeneidad interna, la fecha de
su creación o tiempo transcurrido desde que se formó el manchón).
Para ecosistemas
terrestres se puede considerar que los disturbios que afectan a especies
sésiles inciden en los primeros eslabones de las cadenas tróficas, que son los
responsables del ingreso de energía al sistema. Si el disturbio ejerce su
efecto sobre especies móviles, típicamente se daña a los eslabones superiores
de la red.
Tipos
de disturbios para aves y sus posibles respuestas a lo largo de un gradiente
ascendente de severidad. (Hotcking et al 1992)
Cuando los
disturbios son muy intensos, los ecosistemas muy diversos y complejos se
«simplifican», conservando pocas especies e interacciones. Sin embargo, el
sistema podría regenerarse rápidamente, ya que el disturbio libera recursos que
son fácilmente aprovechados. Este tipo de disturbios «renueva» al sistema, si
la magnitud del disturbio no afecta de modo significativo a las fuentes de
germoplasma en los alrededores.
En cambio, los
disturbios de origen humano normalmente no liberan recursos; de hecho,
modifican tan profundamente algunas propiedades del sistema que las especies no
tienen la capacidad de aprovechar estos tipos de disturbio. La pérdida de la
capacidad de regeneración tiene como principal consecuencia la degradación del
ecosistema. Este tipo de disturbios de origen humano se puede clasificar en
cuatro grandes grupos: a) reestructuración física del ambiente; b) introducción
de especies exóticas; c) descarga de sustancias tóxicas al ambiente y d)
sobreexplotación de recursos (Rapport y Whitford 1999).
Es interesante
el hecho de que los síntomas de la degradación sean similares entre ecosistemas
contrastantes. Se puede hablar de un síndrome de estresamiento, caracterizado
por: 1) biodiversidad reducida; 2) alteraciones de la productividad primaria y
secundaria; 3) poca eficacia en el reciclado de nutrimentos; 4) dominancia de
especies exóticas y 5) incremento de especies oportunistas pequeñas con ciclos
de vida cortos.
Se han propuesto
tres procesos como los principales causales de esta sintomatología común: a)
interrupción de los ciclos de nutrimentos; b) las estrategias adaptativas (en
sentido ecológico) de las especies invasoras y c) la desestabilización de
sustratos. Los disturbios que inciden en uno o varios de estos procesos
ocasionan la degradación irreversible de los ecosistemas. Incluso, la
imposibilidad de regeneración también tiene su origen en esos procesos, que
permanecen activos aun cuando la fuente de disturbio desaparezca (Rapport y
Whitford 1999).
En escalas
superiores, como la de paisajes, los
disturbios de intensidad media, además de aumentar la diversidad alfa (número
simple de taxa), también incrementan la diversidad beta (tasa de cambio de
especies en el gradiente), ya que el disturbio crea parches de características
diferentes inmersos en el paisaje. De este modo, suelen coexistir en una misma
región parches de vegetación de diferentes edades y en distintas etapas de
sucesión (Hobbs y Huenneke 1992).
Las actividades humanas y sus efectos sobre los sistemas naturales: el
caso del disturbio crónico.
Es ampliamente
reconocido que el impacto de las actividades humanas ocurre en todos los sitios
y a todas las escalas. A nivel local, por ejemplo, podemos cambiar las
condiciones de la calidad del aire mediante la combustión de residuos en un
sitio determinado. En el nivel regional es posible modificar las condiciones
físicas y químicas del aire mediante las emisiones de motores de combustión
interna y actividades industriales en las megalópolis. Y a nivel global somos
capaces de cambiar la química atmosférica: como consecuencia de aumentar los
niveles de CO2, hemos causando el incremento de la temperatura media mundial,
con el subsecuente deshielo de los polos y con ello el aumento de los niveles de
los mares. No conformes con lo anterior, hemos incluso incidido a escalas que
rebasan el ámbito global, como es el basurero de chatarra espacial que gira
alrededor de nuestro planeta, cuyos desechos que ingresan a la atmósfera
invitan a pedir buenos deseos por confundirse, a ojos inexpertos, con genuinas
estrellas fugaces.
Típicamente, el
impacto humano se reconoce en las áreas urbanas, en los campos agrícolas y en
algunos ecosistemas sensibles como son los bosques templados y las selvas.
Existe otro tipo de impacto de origen humano sobre el ambiente, que es poco
atendido y sin embargo no es nada despreciable: se trata del disturbio crónico.
El disturbio crónico es un tipo de perturbación cotidiana que afecta al
ambiente; éste consiste en remover sistemáticamente pequeñas fracciones de
biomasa, generalmente leña, forraje, materiales para la construcción de origen
orgánico, y otros productos no maderables. Por lo general estas actividades no
dan suficiente tiempo para que la vegetación se recupere adecuadamente, incluso
estando dentro de la capacidad de carga del ecosistema, causando, con el paso
del tiempo, el colapso productivo del sistema.
La diferencia
entre el disturbio agudo y el disturbio crónico es que en el primero la
alteración al medio natural se da de manera puntual en el tiempo y en el
espacio mientras que en el segundo, la carga humana se mantiene en el tiempo y
el espacio. El disturbio agudo permite que, después de su efecto, el sistema se
recupere mientras que en el crónico por lo general acaba en el colapso del
mismo.
La degradación causada por el disturbio crónico humano es
frecuentemente discontinua y no lineal. Mientras la colecta de biomasa en el
bosque se mantenga por debajo de la capacidad de carga del ecosistema, el
efecto de recolecta es casi imperceptible. Pero cuando la presión humana es tan
persistente que no permite su recuperación natural, la degradación se vuelve no
lineal y el proceso que causa actúa de manera muy eficiente, agotando
rápidamente las reservas del bosque (Singh 1998).
Lectura complementaria:
Los
problemas ambientales de Argentina
(Resumido de “Singularidades
territoriales y problemas ambientales de un país asimétrico y terminal” de
Matteucci, S. y J. Morello – GEPAMA)
Los problemas ambientales de la Argentina tienen
su origen en fuerzas extrarregionales, y de factores internos que se originan
básicamente de las modalidades de uso del espacio, del avance de las fronteras
agrícola y urbana, del crecimiento no planificado y de la política de apertura
de los mercados. Sin pretender hacer un análisis exhaustivo de la situación
ambiental, daremos algunos ejemplos que demuestran que el verdadero potencial
argentino está desaprovechado y que gran parte de los problemas ambientales
pudieron evitarse o podrían mitigarse.
Problemas ambientales derivados de las
modalidades de uso del espacio
Desde el
punto de vista físico, el estilo de desarrollo en la Argentina estuvo
controlado por la preponderancia de la oferta natural, especialmente de maderas
de alto valor comercial y suelos agrícolas. Todo el sistema ferroviario
nacional hoy depauperado, asentó sus vías sobre durmientes imputrescibles de
una única especie compartida con el Paraguay y Bolivia, el quebracho colorado
santiagueño (Schinopsis lorentzii). Toda la industria nacional del cuero
curtido dependió del tanino, material procesado del quebracho colorado chaqueño
(Schinopsis balansae) y todo el sistema de alambrado de un país agroexportador
dependió de dos o tres árboles nativos, ñandubay (Prosopis affinis), quebracho
y algarrobos.
En cuanto
a los suelos agrícolas, la oferta natural surge de la combinación de suelos
fértiles y precipitaciones adecuadas en un tercio de su territorio. Esto ha
influido en la instalación permanente de frentes dinámicos de avance de la
frontera agrícola, con distinta racionalidad a lo largo de nuestra historia,
pero siempre con una tendencia hacia la búsqueda y concentración de poder
económico y político en distintos grupos sociales según el período: oligarquía
terrateniente, grupos promilitares, empresa privada nacional, multinacionales.
El
crecimiento de la ganadería y la agricultura en las tierras más fértiles de la
Argentina, no sólo ha sido desmesurado en relación con el de otros recursos en
el resto del país, sino que ha sido muy degradante, a causa de la racionalidad
economicista subyacente. Actualmente hay más de 9 millones de hectáreas de las
ecorregiones Pampa y Gran Chaco, donde se hace doble cultivo en secano con la
más alta tecnificación (agroquímicos, semilla mejorada, maquinaria) en un
modelo sofisticado con un fuerte componente de insumos importados pero sin
incorporar masivamente ni riego suplementario ni fertilización. El proceso
dominante que ha llevado a este estado actual se desencadenó hacia la década de
los ‘60 y ha sido el paso de la agroganadería en rotaciones de 12 años a la
agricultura permanente. Más tarde, se produce el pasaje de una agricultura
predominantemente cerealera a la combinación cereales y oleaginosas con una
tendencia actual a la producción exclusiva de oleaginosas (soja y canola) en
dos cultivos al año o tres en dos años. En el Chaco semiárido las
multinacionales están operando desde 1994 con desmonte, habilitación de tierra
y doble cultivo (algodón/soja) bajo riego.
Las consecuencias ambientales son pérdida de la
biodiversidad natural por sobreuso o mal uso de plaguicidas, pérdida de
fertilidad por uso insuficiente de fertilizantes y suave y persistente pérdida
de suelo, de estructura y de capacidad de retención del agua. En la década de
los ‘80, el cultivo de la soja, altamente demandante de agroquímicos y agua, se
practicaba con un paquete tecnológico incompleto, sin la fertilización adecuada
y sin riego. Actualmente, se está usando riego suplementario en todos los
cultivos pampeanos.
La
agricultura de riego produce fenomenales procesos de salinización de lenta
reconversión en espacios dotados de una infraestructura de riego por gravedad
de muy alto costo. Las técnicas de riego por goteo y por aspersión con pivote
central son una rareza. Se usan para alfalfares de semilla importada o
producciones de muy alto valor. En la Argentina el tradicional riego por
gravedad es la norma.
En un
suelo con erosión grave, con pérdida de fertilidad y de estructura por
compactación o formación del piso de arado, la producción de maíz es entre 50 y
40% inferior, la de soja se reduce entre 40 y 30%; en el mercado inmobiliario
un suelo erosionado y de baja fertilidad tiene un precio 20% más bajo que
tierras de erosión leve (Senigagliesi, INTA, 1996, in litt.).
Otro
recurso valioso de nuestro país ha sido el bosque, el cual ha sufrido una gran
reducción de superficie, de 425.000 km2 antes de la colonia a 280.000 km2
estimados en 1992. La vegetación leñosa, incluyendo bosques, arbustales y
estepas arbustivas, que cubría el 61.4% del territorio, se redujo al 36% en
dicho período. A esto cabe agregar que los espacios boscosos remanentes se
encuentran en un estado variable de deterioro. La razón básica de esta
situación es el potencial de uso múltiple de las tierras boscosas. El 65% de las
tierras de bosques nativos tienen uso potencial agrícola; 85% de los bosques
nativos tienen uso potencial y actual ganadero. La pérdida de los recursos
boscosos ocurrió por el avance de las explotaciones ganaderas, forestales,
agrícolas y silviculturales.
La
ganadería de monte se practica desde la colonia, tanto en vacuno como en lanar
y caprino. La deforestación con fuego se ha estado utilizando masivamente en el
Chaco y en los bosques andinopatagónicos, para ampliar las tierras para
ganadería. En el Chaco, la quema fue usada en los períodos prehispánicos por
las etnias chaqueñas para concentrar la caza, aumentar la visibilidad,
comunicarse, guerrear y limpiar el terreno para los cultivos de maíz y
mandioca. Desde principios del siglo, el manejo del balance sabana/bosque en el
Chaco se hace con el fuego, y más tarde con la tala rasa, con poco o nada de
aprovechamiento de los recursos leñosos. En el Sur, desde hace más de 150 años
el bosque austral es sometido a la quema para proteger la lana del ganado ovino.
En Tierra del Fuego, hasta 1985 se quemaban los bosques de lenga (Nothofagus
pumilio) para abrir campo a la ganadería.
La
ganadería de monte produce daño por ramoneo de los renuevos, descortezamiento
de los árboles de más edad, disminuye el banco de semillas por granivoría en
especies con frutos palatables, pero especialmente porque los árboles dañados
producen menos semilla. El resultado es un bosque deteriorado, con árboles
deformados y de bajo rendimiento y con compactación del suelo por pisoteo. Todo
esto atenta contra las posibilidades de regeneración de un bosque explotable.
La
explotación forestal se inició en la región chaqueña desde comienzos de siglo.
Inicialmente la tala selectiva de maderas era con hacha. Hacia el final de la
década de los ‘50, se comenzó la extracción de maderas con motosierra. La
devastadora explotación del Chaco húmedo por La Forestal, desde 1905 hasta
1950, es por todos conocida. Prácticamente agotó los quebrachales en
75.000 km2 en el este de la ecorregión Gran Chaco.
En
general, la tala selectiva en los bosques naturales se realiza en varias etapas
que se inician con el "desflorado" o primer corte selectivo, en el
cual se extraen los mejores árboles de la especie deseada. Luego se hacen
pasadas sucesivas y se extraen los árboles de segunda selección. Cuando se
acaba la especie elegida en primera instancia, se sigue con otras, volviendo a
los lugares ya explotados. Este sistema causa un gran deterioro físico, biótico
y social. La estructura del bosque se modifica, como así los cursos de drenaje
y los suelos, por la limpieza de las vías de entrada de la maquinaria y salida
del producto o la instalación de aserraderos móviles, llamados
"Aserraderos de monte". La calidad biótica disminuye porque quedan
como portasemillas los árboles más viejos y enfermos, efectuándose una
selección negativa. Además, se producen reducciones poblacionales y hasta
extinciones locales de aquellas especies vegetales y animales que pierden el
hábitat, o que son usados para la supervivencia de motosierristas y hacheros. El
deterioro social se manifiesta en un ciclo que comienza con el incremento
poblacional al instalarse una fuente de trabajo, el incremento de su capacidad
adquisitiva y su bienestar como asalariado de un "obraje-aserradero"
o una empresa monopólica, la reducción de salarios y de puestos de trabajo a
medida que se va acabando el recurso, hasta que la empresa es abandonada
quedando una población mayor que la inicial pero inferior a la del período de
auge y, además, empobrecida. En síntesis, el resultado es la conversión de un
bosque productivo en un peladar; y la transformación de una empresa poderosa en
un grupo de lugareños empobrecidos, mientras los capitales se trasladan a otra
región u otra actividad productiva para reanudar este ciclo de auge y
decadencia.
La silvicultura también atenta contra los bosques
nativos. La plantación de especies de crecimiento rápido en las tres
ecorregiones donde la actividad es más significativa (selva misionera, selva
tucumano-oranense y bosque austral) se hace sobre desmontes, entre ellos de los
4 bosques de coníferas más o menos homogéneos que poseía la Argentina: el de
Podocarpus parlatorei (selva tucumano-oranense); el de Araucaria angustifolia
(selva misionera); y los de Araucaria araucana y Austrocedrus chilensis (bosque
austral). Este proceso de desmontar bosques de coníferas es una de las
agresiones al patrimonio genético forestal más salvajes que se han hecho en el
país. Se han convertido en plantaciones 120.000 a 130.000 has de la selva
misionera; 16.000 a 20.000 has de la selva tucumano-oranense y 20.000 a 35.000
has del bosque austral.
La silvicultura de pasta y papel tiene un
desarrollo tan tecnificado como la agricultura continua.
Por otro lado, los sistemas de control de
incendios son inadecuados y el explosivo desarrollo de grandes superficies de
coníferas plantadas sin adecuados guardafuegos y sistemas de prevención son el
problema ambiental más grave.
El avance
de la frontera agrícola también ha sido causal de la fragmentación y achicamiento
de los bosques, especialmente en la Pampa, donde desde la segunda mitad del
siglo XIX se talan y desmontan las pocas formaciones boscosas de la zona, con
la extinción local de varias formaciones leñosas (algarrobales, caldenales,
bosques tala-mistol, tipa-pacará y palo blanco-palo amarillo) quedando
fragmentos remanentes en los ecotonos con afloramientos rocosos o pendientes
fuertes. El avance de la frontera agrícola en el Chaco en la década de 1970-80
aceleró el desmonte de grandes extensiones de bosques y arbustales.
Además de
la reducción de la superficie boscosa, cabe mencionar la existencia de
fragmentos de vegetación secundaria en diversos estadios de la sucesión y de
extensos parches de bosques intervenidos en distintos grados de deterioro.
Las superficies, estados y factibilidad, y costo de recuperación de estos
ecosistemas es desconocida. Sí se conocen algunos de los factores de deterioro,
entre los cuales figura el uso múltiple, no planificado ni controlado de otros
recursos del bosque. El 31% de la producción regional de carne, lana, y cuero,
en el NOA y en el NEA, se realiza en ecosistemas de arbustales y bosques que
simultáneamente proveen forraje, productos alimenticios, madera y leña, a tasas
de extracción que superan las de reposición natural. Frecuentemente se practica
la recolección destructiva arrancando plantas para la obtención de productos
químicos industriales o medicinales. Existen redes clandestinas de acopio de
animales vivos, pieles y cueros, provenientes de la fauna silvestre, de alto
precio en el mercado internacional. La caza y la captura furtivas son notables
en el periurbano de ciudades del interior, donde constituyen fuente de ingresos
y alimento de una sociedad empobrecida y deporte para las elites.
Todas las acciones sobre las áreas boscosas han
ignorado las múltiples funciones que cumple el bosque, entre las cuales las más
importantes en la Argentina son las de fuente de biodiversidad y regulación de
los regímenes hidrológicos.
Las ecorregiones gran Chaco, selva misionera y
selva tucumano-oranense alojan poblaciones de especies tropicales adaptadas a
soportar heladas episódicas y estacionalidad térmica marcada. Los bosques
andino patagónicos tienen poblaciones de especies de alto valor maderero y
ornamental. El bosque cumple, asimismo, el rol de inmovilizador del sustrato de
muy alta erosividad que los sustenta y, en consecuencia, de conservador de la
infraestructura vial, ferroviaria e hidroeléctrica.
Si bien la tasa de deforestación (0.14%/año)
parece haberse estabilizado, los desmontes y talas van avanzando sobre terrenos
cada vez más marginales, morfogenéticamente inestables, en ecotonos
pedemontanos y faldeos de alta energía, donde el valor del bosque como
protector es muy alto y donde es impensable una recuperación del sistema
natural, por el rápido deterioro de la base geofísica al eliminar la cobertura
vegetal.
Lo que se invierte en bosques nativos es
exclusivamente en costos de extracción; no hay inversiones en selección y
mantenimiento de ejemplares para reproducción, en sanidad ni en aplicación de
técnicas silviculturales que garanticen la perdurabilidad del ecosistema. Esto
hace que la explotación forestal salga barata a las empresas multinacionales y
muy costosa al patrimonio y la seguridad nacionales y al bienestar de la
sociedad local y regional.
Las acciones localizadas en las distintas
regiones se integran complicando la situación ambiental en nivel nacional.
Además, las "catástrofes" naturales se ven acrecentadas por causas
antropogénicas. Por ejemplo, el fenómeno critico de las inundaciones en la
llanura chaco-pampeana cobra una dimensión inusitada por el movimiento de
material del suelo, de cumbre a depresión, a causa de la desprotección del
suelo por desmonte y sobrepisoteo de vacuno y caprino en las partes más altas.
La pérdida acelerada de la capacidad de infiltración de los suelos compactados
por distintos procesos de formación de piso de arado, compactación difusa por
maquinaria, sobrepisoteo de vacuno y por disminución del espesor de la capa
arable, contribuyen a empeorar la situación. La compactación e
impermeabilización en avance empeoran gradualmente el problema porque, en las
zonas donde no hay avenamiento natural, la única salida del agua acumulada es
por evaporación, prolongando su permanencia. En partes de la provincia de
Buenos Aires, del Chaco y Formosa, el avance de la agricultura permanente
empeora las condiciones físicas del suelo e incrementa los riesgos de
inundaciones. En la práctica, hay una tendencia creciente a que los efectos de
las inundaciones sean cada vez más catastróficos, porque las cubetas de
evaporación se van colmatando, la capacidad de infiltración disminuye
gradualmente y las vías de escurrimiento van perdiendo capacidad de flujo. Las
lluvias excesivas no son manejables, pero los daños antropogénicos podrían
minimizarse con un manejo inteligente, que evitara o mitigara los impactos
negativos de las actividades productivas.
Problemas ambientales derivados del avance de
las fronteras urbana y agrícola
La
interfase entre tierras manejadas, donde el sistema está motorizado por la
energía del combustible, y los ecosistemas naturales, en los que la fuente de
energía es la radiación solar, es lo que tradicionalmente se llama frontera. Se
trata de espacios donde coexisten varios tipos de actividades productivas,
desde las extractivas (caza, pesca, recolección) hasta la agroganadería y la
silvicultura. Las categorías tradicionales de uso de la tierra no bastan para
clasificar la extraordinaria diversidad de destinos que tiene la tierra en esta
interfase. La frontera agropecuaria se ubica entre las tierras
agrícolo-ganaderas y los ecosistemas naturales que las rodean. La frontera
urbana forma un halo de paisaje periurbano que rodea la tierra urbana
consolidada. En estos sistemas de transición entre lo urbano y lo rural, y
entre lo agrícola y lo natural, quedan fragmentos de los ecosistemas nativos,
entremezclados con las celdas antropogénicas, pero se ha reducido la
biodiversidad natural y se han destruido los controles homeostáticos naturales.
Los cambios más dramáticos y más rápidos del paisaje se producen en las
fronteras urbana y agropecuaria. El avance de estas fronteras y la construcción
de grandes obras de infraestructura son los responsables del gran dinamismo de
los cambios de uso de la tierra.
Los impactos ambientales son de gran importancia
porque se explotan los recursos renovables de manera destructiva.
Frecuentemente se produce la deforestación, con escaso aprovechamiento de los
productos naturales del bosque; se instalan los cultivos con grandes cantidades
de plaguicidas, aplicados con baja eficiencia. La conversión de tierras a la
producción se realiza con escasos conocimientos acerca del funcionamiento de
los ecosistemas naturales, frecuentemente productores de recursos valiosos
vegetales y animales, y con funciones de reciclado y descontaminación que son
altamente valoradas como servicios ambientales. La ausencia de políticas de
conservación fuera de las áreas protegidas es un sine qua non; más aún, parece
que implícitamente se incrementan las áreas protegidas para dar vía libre a la
degradación del resto del territorio.
El avance de la frontera urbana produce un
proceso de fragmentación del ecosistema natural y aparición de neoecosistemas
(comunidades vegetales y animales en las que las especies dominantes son
exóticas).
El periurbano es una zona de intensos conflictos
de interés entre las actividades productivas primarias y la urbanización. Es
además, el receptor de los desechos de la ciudad y proveedor de materias primas
para la construcción de infraestructura vial, ferroviaria y edilicia. Se
desconoce el hecho de que las áreas que rodean a las ciudades resultan críticas
para el mantenimiento de la calidad del aire y del agua del espacio amanzanado
y, lejos de ser protegidas, se convierten en un ambiente contaminado por
residuos sólidos, líquidos y gaseosos, industriales y domiciliarios.
En la ecorregión del monte, como en la mayoría de
las ecorregiones, el avance de la frontera genera procesos de desertización muy
avanzados. El consumo de leña de sectores rurales y urbanos de bajos ingresos,
así como la enorme demanda de postes y rodrigones para sostener los parrales
han producido devastadoras extracciones con el subsiguiente movimiento de
médanos antes fijados por las leñosas. Los casos más conocidos de médanos que
avanzan sobre tierra agrícola están en Cafayate (Salta) y en Fiambalá y
Tinogasta (Catamarca). Los médanos que avanzan sobre tierra de uso pastoril en
la Patagonia subandina, al lado de los lagos, han sido medidos desde 1960 sin
que se pudiera implementar en 30 años un mecanismo eficiente de inmovilización.
El sobrerramoneo de caprinos causa la extinción local de especies
subarbustivas. Aun en la ecorregión altoandina, donde hay poco grado de
modificación por las condiciones climáticas, el periurbano está totalmente
desertizado por el consumo local de leña y madera.
En el periurbano de Buenos Aires, además, se
produce una pérdida acelerada de las mejores tierras agrícolas del país. Este
proceso es alarmante en los últimos tiempos con el desarrollo urbanístico de
barrios cerrados en plena pampa húmeda, sin ninguna evaluación de las
consecuencias en el largo plazo.
Problemas ambientales derivados del
crecimiento no planificado
Los efectos del crecimiento no planificado se
observan principalmente en las fronteras agrícolas y urbanas. A veces cabe
preguntarse si se trata de falta de planificación o de un plan perverso, ya que
en la mayoría de los casos se percibe la racionalidad subyacente en toda
explotación, de obtener la máxima producción a corto plazo, aun a costa de la
degradación de los recursos a plazos más largos, como fue el caso del
desarrollo de la ganadería y agricultura pampeanas. La hegemonía pampeana,
impulsada por una serie de circunstancias extrarregionales, produjo profundos
desequilibrios regionales, originando un modelo de dependencia centro-periferia
que ejerce una enorme influencia sobre los tipos de uso de la tierra y el
manejo ambiental de las regiones extrapampeanas. Esto se manifiesta en el
avance de la frontera agropecuaria hacia el Norte, como consecuencia de la
agriculturización y de la sojización, con el desmonte de bosque natural y el
traspaso acrítico de los paquetes tecnológicos pampeanos a las ecorregiones
tropicales-subtropicales. Al aumentar la superficie dedicada al doble cultivo
en la pampa, la actividad ganadera fue empujada al Chaco y al semiárido
pampeano. Desde 1976 en adelante, el Chaco semiárido fue desmontado para
recibir crecientes demandas de cría vacuna con y sin implantación de pasturas.
Si bien el desarrollo económico de la región
pampeana obedeció a una planificación cortoplacista y muchas veces no
explícita, la ganaderización del Chaco fue una consecuencia no esperada. Sin
embargo, no puede ignorarse que en un estado que funcionara sobre bases
científicas habría sido posible generar modelos de predicción que alertaran
sobre los impactos a distancia y a largo plazo de las acciones sobre el
agrosistema productivo pampeano; esto es, sobre su rebote en el Chaco.
En los momentos actuales estamos viviendo otro
evento de improvisación, cuyas consecuencias probablemente serán notables en la
próxima generación. Esta es la explotación de los acuíferos no urbanos de la
pampa húmeda, la cual se ha acelerado sin siquiera haber sido evaluados en
calidad, existencia y tasa de recarga.
Los problemas ambientales de las ciudades
provienen de su crecimiento espontáneo y de los fenómenos de deterioro que
tienen lugar en el periurbano. Los asentamientos precarios en los tributarios
cercanos a las urbes (por ejemplo, del río Paraná), la ocupación de los valles
de inundación por basurales ilegales a cielo abierto; la contaminación de
acuíferos, por desechos urbanos y agroquímicos, sin evaluación; la falta de
adecuación de las redes cloacales y de agua potable en ritmo paralelo al de
crecimiento de las ciudades, el volcado de aguas servidas sin tratamiento
previo; las montañas de residuos sólidos que taponan los desagües y permiten el
rebalse de un espejo de agua contaminada por grandes superficies, son algunas
de las consecuencias del crecimiento no planificado.
Problemas ambientales derivados de la política
de apertura a los capitales multinacionales
Si bien nuestra experiencia en este tema es de
larga data, como lo demuestra el ingreso de los capitales multinacionales de la
empresa del tanino Forestal Land, Timber and Railways CO. Ltd, a comienzos de
siglo, es en el último período en que se observa una intensificación del
estímulo a los capitales extranjeros.
En 1992 aparecen corporaciones forestales internacionales
que invierten en tierras con bosques nativos para explotarlos a perpetuidad,
ofreciendo un proyecto de manejo sustentable y elaboración de piezas de madera
terminadas, pero con el cálculo de productividad maderera natural sobrevalorado
para adecuarlo a las dimensiones de la industria. Como la industria ofrece
puestos de trabajo a una provincia con dificultades estructurales graves, el
conflicto entre el mantenimiento del recurso y el beneficio social aparece con
toda su crudeza.
Las corporaciones transnacionales vinculadas con
la producción agropecuaria y la salud, especialmente las industrias
agroquímicas y farmacéuticas, han concentrado enorme poder; generan tecnologías
de difícil adaptación a las limitaciones y posibilidades ecológicas locales y
es poco frecuente la oferta de paquetes tecnológicos flexibles diseñados
especialmente para ser adaptados o reprogramados.
Desde 1994, las empresas dedicadas a aromáticas
compran la materia prima, la cual, para algunas especies proviene
exclusivamente de extracciones en ecosistemas naturales. La situación
socioeconómica imperante ha incrementado la tasa de extracción, ya que la
actividad provee el único medio de sustento para los pobladores de escasos
recursos y pocas posibilidades de conseguir empleo. Como consecuencia, en el
Chaco serrano se ha observado la extinción local de muchas especies.
En la Pampa húmeda y en la Patagonia están
llegando empresas para hacer enormes negocios (por ejemplo, Bennetton). La
falta de regulación y control en el uso de los recursos facilita el
enriquecimiento rápido sin ningún prurito en cuanto a la conservación de la
base de sustentación de la producción nacional.
Problemas de fondo y posibles soluciones
En líneas generales puede verse que ciertos
cambios profundos en el uso de la tierra han llevado al fracaso por una
percepción errónea del funcionamiento territorial como unidad integrada. No
sólo se han ignorado las ventajas adaptativas de la heterogeneidad espacial y
temporal para la diversificación de la producción, sino que ha habido falta de
previsión y de políticas de manejo tanto sectorial como integrado.
La improvisación ha dejado marcas imborrables en
nuestro desarrollo reciente. Los procesos de desarrollo más relevantes de los
últimos 30 años, como la expansión de la frontera agrícola, la
agriculturización pampeana, el pasaje de un sistema agroexportador
dominantemente cerealero a otro de cereales y oleaginosas, la
desindustrialización, especialmente en la producción de maquinaria pesada, la
entrada de paquetes tecnológicos de alta complejidad en el sector agrícola, el
deterioro de las funciones de organismos del estado de enorme influencia en la
investigación científico-tecnológica, y el control y vigilancia de sectores
productivos clave como INTA, INTI, CNEA, el desmantelamiento de 30 institutos
del CONICET de los que la cuarta parte estudiaba temas directa o indirectamente
ligados con el medio ambiente, la desaparición en 1991 del Instituto Forestal
Nacional (IFONA), fueron todos procesos no planificados adecuadamente, de
resultados decididamente negativos o inciertos. En la actualidad, aun
conociéndose los problemas que acarrea la deforestación, la apertura de
fronteras entre países del Mercosur no tiene especificación alguna con respecto
al comercio de leña y carbón vegetal, a pesar del gran impulso de la industria
siderúrgica del sur del Brasil. Tampoco se ha previsto una fuente de leña para
la industria siderúrgica argentina, recientemente privatizada, previéndose un
futuro sombrío para los bosques del Chaco Semiárido.
Hay una
enorme carencia de políticas ambientales que promuevan su manejo sustentable.
Dado que existen experiencias que demuestran la posibilidad de convertir la
explotación minera del bosque en un manejo sustentable sin pérdida de
rentabilidad, aun en ecosistemas con tasas bajas de reposición, las causas del
continuado deterioro sólo pueden atribuirse a una falta de voluntad política
para regular el funcionamiento de las empresas forestales, a través de la
normativa legal adecuada, la vigilancia y el control; y para promocionar y
financiar los programas de investigación en ecología, manejo y conservación del
recurso bosque y del recurso genético. La misma consideración se aplica a todos
los emprendimientos públicos y privados, en los demás tipos de ecosistemas.
La visión estática y sectorial de la naturaleza,
mostrada por los organismos públicos de gestión de la producción y del
ambiente, dista de ser la mejor herramienta para una planificación inteligente.
La falta de una visión integrada del país como
región impide comprender las interacciones entre fenómenos aparentemente
distantes y desconectados. Eventos que ocurren en una región repercuten en
otras lejanas. Por ejemplo, la entrada de la soja y del doble cultivo en el
núcleo maicero en la década de los ‘70 condicionó la intensificación de la
ganadería en el Impenetrable del Chaco y el desmantelamiento de los caldenales
pampeanos subhúmedos. La elección de una política de manejo del recurso agua o
del recurso forestal en una región puede provocar respuestas ecosistémicas
negativas en ecorregiones contiguas o distantes.
Gran parte de los problemas surgen por las
competencias múltiples y sobrepuestas de distintos organismos públicos y
privados sobre los bosques, los ríos, los lagos y las costas, lo cual hace
inmanejables ciertas decisiones de saneamiento, manejo y restauración
ecológica. La estructura pública que maneja los temas ambientales está
compartimentalizada. Los organismos encargados del medio ambiente no han hecho
estudios integrados de las relaciones entre los diferentes ecosistemas, los
distintos recursos y las diversas regiones. Por ejemplo, el bosque nativo, el
régimen hídrico y el sistema construido son incumbencia de distintos organismos
a pesar de que funcionan como subsistemas interactuantes de un mismo sistema.
Una política global de bosques nativos debe estar articulada con una política
energética, ya que el 27% de la superficie de bosques es explotada para la
obtención de combustible, lo cual, al menos en las ecorregiones secas (Chaco y
Monte) está generando procesos de desertización. Una política global de
producción agropecuaria debe estar articulada con una política de manejo de
bosques, y así sucesivamente.
Si bien es necesario contar con especialistas en
los diversos sectores, es imprescindible un organismo que los centralice y que
funcione como un sistema de información, de modo que sea posible coordinar las
acciones de todos los sectores sobre la base de información actualizada
permanentemente y monitorear las acciones y los impactos de cada una de ellas
sobre los demás recursos y regiones.
La planificación global, respetando la
heterogeneidad espacial y temporal de la Argentina como región, permitiría un
aprovechamiento más eficaz y sustentable de los recursos y, por sobre todas las
cosas, un equilibrio regional más justo.
La desertificación en Argentina
La desertificación afecta aproximadamente a la
sexta parte de la población mundial; al 70 % de todas las tierras secas,
equivalente a 3, 600 millones de hectáreas y a la cuarta parte de la superficie
total de tierras del mundo.
Según
la Dirección de
Conservación del Suelo y Lucha contra la Desertificación de la ex
Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable, en la República Argentina las
zonas de deterioro y degradación de ecosistemas comprenden el 75% del
territorio nacional. La población afectada por estos procesos es
aproximadamente el 30% del total nacional, comprendiendo unos 9 millones de
habitantes.
En
la actualidad, más de 60.000.000 de hectáreas están sujetas a procesos erosivos
de moderados a graves y cada año se agregan 650.000 hectáreas con distintos
grados de erosión.
La
forma de tenencia de la tierra es un factor que contribuye a agravar los procesos
de deterioro. Mientras que en la Patagonia el sobrepastoreo es la norma, tanto
para el minifundio como el latifundio dedicados a la producción ovina, en la
región árida del centro norte el problema del minifundio, la ocupación de
tierras fiscales y los problemas de títulos -tierras comuneras- llevan a una
degradación del suelo y del bosque, disminuyendo y aún anulando la
productividad, sumiendo a los pobladores en la pobreza u obligándolos a
emigrar.
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