jueves, 4 de junio de 2015

Degradación de ecosistemas

Degradación de ecosistemas







Biól. (Mgter) María Cristina Morláns

Mgter. en Conservación y Gestión del Medio Natural





Para alumnos de:

Carrera de Ingeniería de Paisajes, Asignatura Ecología del Paisaje
Carrera de Ingeniería Agronómica, Asignatura Ecología Agraria





CONTENIDO:
I: EROSION
II: DESERTIFICACION
III: ESTABILIDAD DE LOS SISTEMAS ECOLÓGICOS – SU CAPACIDAD DE RESPUESTA A DIFERENTES DISTURBIOS.

Lectura complementaria:
Los problemas ambientales de Argentina (Resumido de “Singularidades territoriales y problemas ambientales de un país asimétrico y terminal” de Matteucci, S. y
J. Morello – GEPAMA



DEGRADACIÓN DE ECOSISTEMAS. 


I. EROSIÓN:

Las formas resultantes del relieve terrestre son consecuencia de la acción combinada de procesos de desgaste por los agentes dinámicos de la atmósfera y la acción de fuerzas internas de la Tierra, que producen sobre la corteza plegamientos y empujes, originando las cadenas montañosas y los continentes. Mientras que unos y otros tienen relación con la acción y mecanismos climatológicos y geológicos, es de reconocer la importancia que tienen estos aspectos sobre el modelado de las formas, alteración de las rocas, suelos y procesos de transporte.

Los principales procesos de desgaste son: 

- Meteorización o intemperismo, que es la alteración física y química de los materiales de la corteza terrestre por agentes tales como el agua, hielo, el viento, los cambios de temperatura, la actividad biológica y componentes químicos de la atmósfera. La meteorización prepara el material para ser erosionado pero no lo moviliza

- Erosión, que es el proceso de arranque, transporte y sedimentación del material. No hay erosión si no se producen las tres fases. Después que la roca o suelo ha sido alterado, actúan los agentes dinámicos para recoger las partículas y fragmentos y transportarlas hasta los diferentes ambientes de deposición. Los  agentes involucrados en la erosión son el agua (erosión hídrica) y el viento (erosión eólica), que por lo general actúan en forma combinada.

El transporte y la sedimentación están directa o indirectamente relacionados con gradientes topográficos.

Los dos procesos forman parte del ciclo natural de las sustancias y pueden considerarse como fenómenos geológicos o naturales. Se observan en forma de acciones y reacciones en todo el sistema ecológico, el cual tiende a mantenerse en equilibrio. La erosión de los suelos lleva a los ríos sedimentos y nutrientes, mantiene el equilibrio sedimentario en los cauces y en las playas y conforma espacios muy fértiles como son los deltas o las llanuras aluviales En contraste, la erosión del suelo puede ser enormemente acelerada por las actividades humanas o por raros acontecimientos naturales, originando un estado de erosión acelerada, que transporta el suelo a un ritmo mucho más rápido que aquel a que puede ser formado.

Este último término es el que está relacionado con la desertificación del territorio porque no es sostenible para el suelo y además altera y degrada la vegetación, los flujos hídricos, la fauna, etc. Las tasas de erosión geológica son sostenibles pero las tasas de la erosión acelerada no permiten su regeneración.

Erosión eólica: se define como el desprendimiento y arrastre de las partículas del suelo ocasionados por el viento. El viento es un eficiente agente de erosión y su acción, particularmente en zonas de climas áridos, semiáridos y desérticos, es responsable del transporte y deposición de grandes volúmenes de sedimentos con desarrollo de un paisaje eólico típico.

El viento transporta las partículas de los suelos de tres maneras:

·         Por arrastre: las partículas más gruesas (500 - 2000 micrones).
·         Por saltación: las partículas medianas (100 - 500 micrones).
·         En suspensión: las partículas pequeñas o livianas ( < 100 micrones).

La erosión eólica se ejerce mediante dos procesos: abrasión y deflación.

La deflación se produce cuando las partículas sueltas que se hallan sobre la superficie del suelo son barridas, arrastradas o levantadas por el aire; este proceso actúa donde la superficie del terreno está completamente seca y recubierta de pequeños granos de arena sueltos procedentes de la meteorización de la roca o previamente depositadas por el agua en movimiento, el hielo o las olas. 

Dependiendo de su velocidad, el viento puede transportar desde partículas finas (limo, arcillas) hasta arena gruesa (requiere vientos de más de 36 Km/h) y depositarlas muy cerca de su origen o transportarlas de cientos a miles de kilómetros. La grava y los cantos de 5 a 8 mm de diámetro suelen rodar por el suelo llano cuando el viento es muy intenso, pero no recorren grandes distancias ya que es muy fácil que queden retenidos en agujeros.

La abrasión eólica o corrosión se produce cuando el viento arrastra arena y polvo contra las rocas y el suelo y requiere del transporte de elementos cortantes.

Los principales factores actuantes en la erosión eólica son:

a. Clima: Los factores climáticos - precipitación, temperatura, humedad atmosférica y vientos - tienen una influencia central en la generación y desarrollo de los procesos de erosión eólica. A mayores precipitaciones y contenidos de humedad, el suelo es más resistente a las voladuras, mientras que las elevadas temperaturas, la baja humedad del aire y los vientos fuertes influyen en la evapotranspiración determinando la pérdida del agua edáfica. No obstante,  las pérdidas de suelo están estrechamente relacionadas con la lluvia, en parte por el poder de desprendimiento del impacto de las gotas al golpear el suelo y, en parte, por la contribución de la lluvia a la escorrentía. Esta contribuye particularmente a la erosión por flujo superficial y en regueros, fenómenos para los que la intensidad de precipitación se considera, generalmente, la característica más importante. La respuesta del suelo a la lluvia puede estar determinada, también por las condiciones meteorológicas previas.

b. Características del suelo: La erosionabilidad o erodabilidad del suelo por causa de los vientos esta relacionada con la textura y estabilidad estructural. Los suelos de textura gruesa son más susceptibles a erosionarse y menos propensos a formar estructuras estables.

c. Rugosidad de la superficie: Al aumentar la rugosidad de la superficie se reduce la velocidad del viento y, por lo tanto, disminuye la posibilidad de traslación de las partículas del suelo.

d. Exposición a la acción eólica: Las exposiciones prominentes del relieve, en general se encuentran considerablemente más expuestas a la acción del viento, respecto de los ambientes planos o plano - cóncavos, naturalmente protegidos.

e. Vegetación: Es uno de los factores más importantes de protección contra la acción del viento. La vegetación actúa como una capa protectora o amortiguadora entre la atmósfera y el suelo. Los componentes aéreos, como hojas y tallos, absorben parte de la energía de las gotas de lluvia, del agua en movimiento y del viento, de modo que su efecto es menor que si actuaran directamente sobre el suelo, mientras que los componentes subterráneos, como los sistemas radiculares, contribuyen a la resistencia mecánica del suelo. También reduce la velocidad, frena o atrapa a las partículas en movimiento.

Depositación: Cuando el viento pierde su velocidad y con ello su capacidad para transportar las partículas de arena y de polvo que ha levantado de la superficie, éstas caen nuevamente sobre el terreno. Los rasgos del paisaje, formados por los materiales depositados por el viento, son de varios tipos, dependiendo éstos del tamaño de las partículas, la presencia o ausencia de vegetación, la constancia de la dirección del viento y la cantidad de material susceptible de ser movido por el viento. Los depósitos eólicos más conocidos son los loess y las dunas o médanos (depósitos de arena).

Loess: es un sedimento clástico no compactado (compactado = loessita) que se compone principalmente de granos de limo (0,002mm a 0,063mm,  preponderando los granos de diámetros entre 0,02 y 0,05mm). El componente principal es cuarzo acompañado por feldespato, calcita y mica, con hidratos de óxido de hierro (limonita por ejemplo). El Loess es un producto del soplo del viento en las áreas con depósitos glaciarios y  su espesor varía desde unos cuantos centímetros hasta 10 o más metros.

Depósitos de arena: A diferencia de los depósitos de loes, que cubren áreas completas, los depósitos de arena presentan ciertas formas características y fáciles de reconocer. Con frecuencia el viento reúne las partículas de arena en montículos y promontorios llamados dunas o médanos, los cuales se mueven algunas veces lentamente a lo largo de la dirección del viento. Algunos médanos tienen solamente 30 centímetros de altura, pero otros alcanzan grandes proporciones.

Mecánica de movimiento de las partículas

La sombra de viento: Cualquier obstáculo, grande o pequeño, que se interponga en el camino del viento, desviará el aire en movimiento, creando una "sombra de viento" del lado de sotavento, así como otra más pequeña del lado del viento inmediatamente enfrente del obstáculo. Dentro de cada sombra de viento el aire se mueve en remolinos con un movimiento medio menor que el del viento que pasa por fuera. El límite entre las dos zonas de aire que se mueven a diferentes velocidades se llama superficie de discontinuidad.

Cuando las partículas de arena son empujadas por el viento y chocan con un obstáculo, se asientan en la "sombra de viento" que está inmediatamente enfrente de dicho obstáculo. Puesto que la velocidad del viento es baja en esta sombra de viento, tiene lugar el depósito formándose gradualmente un pequeño montículo de arena. Otras partículas rebasan el obstáculo y cruzan la superficie de discontinuidad dentro de la sombra de viento de sotavento detrás de la barrera. Aquí nuevamente son bajas las velocidades, sobreviene el depósito y se forma un montón de arena (el médano), proceso que es ayudado por el aire que se arremolina y tiende a barrer la arena hacia el centro de la sombra de viento.

Sombra de viento de un médano: un médano actúa por sí mismo como una barrera que corta al viento y, al interrumpir el flujo de aire, puede provocar el depósito de arena. El perfil a través de un médano muestra una pendiente suave del lado del viento y otra pendiente más pronunciada en el lado opuesto.

 Frente a la pendiente más pronunciada existe una sombra de viento en la que el depósito de arena es activo. El viento conduce los granos de arena sobre la pendiente suave hasta la cresta de la duna y a continuación caen dentro del área de la sombra de viento. La pendiente más abrupta, del lado de sotavento, se llama cara de deslizamiento, debido a los pequeños deslizamientos de arena que allí se producen.

El depósito continuo y el desplome periódico a lo largo de la cara de deslizamiento es factor importante en el crecimiento lento o en el movimiento del médano en dirección del viento.
Los médanos pueden ser activos o “vivos”, cuando por no existir vegetación están cambiando constantemente de lugar bajo la acción de las corrientes eólicas. Se dice que son inactivos o fijos cuando la cobertura vegetal impide el desplazamiento de los mismos.

Tempestades de polvo y arena: Es una de las manifestaciones más directas de la erosión eólica.
Los fuertes vientos que imperan en las regiones desérticas llevan, durante las estaciones secas, grandes cantidades de fino polvo en suspensión en forma de enormes y densas nubes que reciben el nombre de tempestades de polvo. Se originan cuando la superficie del terreno ha sido totalmente desposeída de su cobertura vegetal; una tempestad de polvo adopta la forma de una gran nube oscura que se extiende a varios cientos de metros de altura; la oscuridad y la visibilidad son unos de sus indicadores. Se ha estimado que 1 Km3 de aire puede llevar en suspensión unas 900 toneladas de polvo (el suficiente como para construir una colina de 3 Km de base y 30 metros de altura).

El polvo viaja por el aire a considerables distancias; algunas tempestades de polvo han llegado a recorrer 4.000 Km. La auténtica tempestad de arena del desierto es una nube baja de arena en movimiento que alcanza sólo unos pocos decímetros de altura, a no más de 2 metros sobre el suelo; consiste en numerosas partículas de arena transportadas por ráfagas de viento impetuoso. La razón por la que la arena no alcanza gran altura es que cada una de las partículas se traslada por movimientos de saltación, describiendo una trayectoria curva e incide contra el suelo con fuerza considerable pero con una ángulo bajo. El impacto hace que el grano vuelva a rebotar y ascienda de nuevo. Por ejemplo, los postes telefónicos que se hallan en llanuras arenosas afectadas por este tipo de tormentas son rápidamente corroídos en su base, a menos que se proteja a éstos con plantas metálicas o con grandes piedras.

Erosión hídrica: Es el proceso de remoción del suelo, principalmente la capa arable del mismo, por la acción del agua.

El agua ejerce una fuerza de arrastre sobre la superficie del suelo, arrancando partículas de material mineral cuyo tamaño varía desde la fina arcilla hasta la arena gruesa o grava, dependiendo este hecho de la velocidad de la corriente y del grado en que las partículas estén unidas por las raíces de las plantas o mantenidas bajo un manto de hojas caídas.

La escorrentía y la erosión se inician con el impacto de gotas de lluvia sobre el suelo desnudo. Suelo salpicado en postes de cercos o murallas en un campo, o una parcela de suelo desnudo, son evidencia concreta de la fuerza de grandes gotas de lluvia cayendo sobre suelo desnudo. La energía impresa a las gotas de lluvia disgrega el suelo en partículas muy pequeñas que obstruyen los poros, provocando una selladura superficial que impide la rápida infiltración del agua. Las gotas de lluvias que caen sobre una superficie árida son agentes de erosión notablemente efectivos, pues el impacto de las gotas compacta la superficie del suelo al tiempo que la salpicadura arranca y desplaza partículas de material sin consolidar. Las mediciones han demostrado que pueden mover hasta 250 toneladas de material por hectárea, simplemente por medio de la salpicadura. En una superficie a nivel las partículas se mueven hacia delante y hacia atrás, pero en una superficie inclinada tienden a moverse pendiente abajo, dando lugar a un proceso denominado erosión por salpicadura; en una vertiente, por ejemplo, este tipo de erosión tiende a transportar el suelo hacia niveles inferiores, disminuyendo la capacidad del mismo para que se infiltre el agua, debido a que las aberturas naturales del suelo quedan taponadas por las partículas movidas por la salpicadura de las gotas de lluvia. Debido al sellamiento, sólo una pequeña parte del agua de lluvia consigue infiltrarse, mientras que la mayor parte se escurre superficialmente, perdiéndose para las plantas y causando (al descender las laderas) apreciables daños por erosión. Por otro lado, cuando el suelo se encuentra cubierto con plantas o residuos de las mismas, la masa vegetal absorbe la energía de las gotas que caen; las cuales se escurren lentamente hasta la superficie del suelo, donde infiltran rápidamente, pues la cobertura impide el taponamiento de los poros.

El secado del sellamiento superficial provoca el encostramiento del suelo, que puede dificultar y hasta impedir la germinación y emergencia de semillas. El encostramiento se forma principalmente en suelos desnudos.

El transporte se realiza básicamente por medio de los flujos laminares y concentrados en superficie.

 La arroyada superficial se genera cuando la lluvia supera la capacidad de infiltración del suelo o cuando éste se satura. Tras el encharcamiento, el efecto de la gravedad hace que el agua se mueva pendiente abajo pero el flujo es muy variable, llegando a desaparecer en aquellas zonas más permeables. El flujo subsuperficial es el que tiene lugar en el interior del suelo y puede producirse de forma concentrada o a través de los poros del suelo. La erosión por escorrentía concentrada es capaz de transportar una mayor cantidad de material y da lugar a regueros y cárcavas. Los movimientos en masa pueden contribuir con un gran volumen de sedimentos en zona húmedas, mientras que la erosión eólica es importante en ambientes áridos y periglaciares donde la vegetación es insignificante y donde el viento es persistente.

La erosión hídrica es directamente proporcional a la cuantía de la precipitación y a la longitud de la vertiente, pero inversamente proporcional a la capacidad de infiltración del suelo y a la resistencia que opone la superficie.

Obviamente, cuanto mayor es la pendiente del terreno, mayor es la velocidad de flujo y más intensa es la erosión.

Los deslizamientos, corrientes fluviales, glaciales y asentamientos de materiales implican el desplazamiento de masas de materiales de acuerdo a un gradiente topográfico determinado como así también a presiones existentes entre dos zonas de diferente posición en el espacio.

Cuando los suelos superficiales son perturbados para urbanismo y/o cualquier otra actividad que el hombre proyecte (cultivos, ganadería, apertura de caminos, etc), entre todos los efectos que conllevan estas acciones, la de escorrentía superficial puede determinar condiciones críticas de estabilidad; en el mismo sentido opera la remoción de la vegetación natural la cual absorbe esfuerzos tensionales desarrollados en la masa de suelo, evitando que se produzcan derrumbes y deslizamientos. Estos estados de inestabilidad se hacen gradualmente o intempestuosamente más críticos con el tiempo, bajo la acción de eventos adversos hidrológicos - meteorológicos (lluvias, desecación, cambios en el drenaje, etc) pudiendo alcanzar estados irreversibles de difícil y costoso control.

Los diversos síntomas y consecuencias que acompañan a la erosión del suelo provocada por la alteración o destrucción de la capa natural de vegetación pueden clasificarse de la manera siguiente:

- Erosión laminar o superficial. Es la eliminación de las capas superficiales que cubren un área de terreno de cierta extensión, causada principalmente por precipitaciones fuertes y por la exposición al viento. La erosión laminar degrada o destruye el suelo en perjuicio de los cultivos o de la flora y fauna naturales.
- Erosión en surcos o regueros. En este tipo de erosión, el aumento del escurrimiento superficial hace que se formen surcos, pudiendo abrir incluso profundas incisiones. La consecuencia es el agrietamiento y la fracturación del terreno. La erosión en surcos es una forma aguda de la erosión laminar.
- Erosión en barrancos o cárcavas. Este tipo de erosión se da especialmente en corrientes de agua intermitentes. Puede profundizar el lecho de las mismas y causar erosión profunda, erosión lateral y de las orillas, así como alteraciones en el curso de las aguas. Asimismo, puede tener efectos sobre el caudal, las condiciones de flujo, las aguas subterráneas, la vegetación, los cultivos agrícolas y la infraestructura humana.
- Caída y deslizamiento de elementos terrosos. Este tipo de erosión es causado por la gravedad, en conjunto con factores naturales o antrópicos, y puede producir daños ecológicos e infraestructurales.
- Sedimentación, aluvión. Se define como la acumulación y el depósito de sólidos que han sido erosionados en otros lugares y transportados posteriormente por el agua o el viento. Sus consecuencias negativas incluyen el encenagamiento de embalses, canales y aguas corrientes, el avance de médanos y el enarenamiento de poblaciones y zonas de vegetación.

II. DESERTIFICACIÓN

 En la Conferencia de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente y Desarrollo (CNUMAD) se definió a la desertificación como la degradación de la tierra en zonas áridas, semiáridas y subhúmedas secas derivadas fundamentalmente de las variaciones climáticas y las actividades humanas " a través de prácticas inadecuadas de producción y cultivos inapropiados – altamente demandantes de insumos -, sobrepastoreo y desmonte de bosques.

Tras el vocablo desertificación se esconde un conjunto de procesos interrelacionados (físicos, biológicos, económicos, históricos, sociales, culturales y políticos) que se  manifiestan a diferentes niveles de resolución, tanto espaciales como temporales;

La desertificación implica el empobrecimiento y degradación de los ecosistemas terrestres por sobreexplotación, uso y gestión inapropiados en territorios fragilizados por las sequías  y la aridez. La desertificación es, a la vez, una crisis climática y socioeconómica que desencadena nuevos mecanismos de degradación ambiental que dificulta o impide  el uso y la conservación sostenible de los recursos naturales;

Desertificación es  proceso de simplificación ecológica, porque genera aridez.  La reducción de la biomasa altera el régimen y disponibilidad hídrica, al tiempo que aumentan la erosión y el déficit hídrico. Las causas hay que buscarlas en la acción sinérgica de un conjunto de procesos climáticos, geomorfológicos y antrópicos (Fig. 1,), difícil de frenar que refuerza o amplifica mecanismos naturales a  causa de la intervención humana.





Fig. 1: Adaptada de López Bermúdez, F., 2004



Procesos de la desertificación.
El proceso de desertificación comprende no sólo los factores del  proceso propiamente dicho sino también factores condicionantes, factores causales y factores de impacto.

Los factores del proceso en sí mismo son: degradación de la cubierta vegetal, erosión hídrica, erosión eólica, salinización, reducción de la materia orgánica del suelo, encostramiento y compactación del suelo y la acumulación de sustancias tóxicas para las plantas o los animales. De éstos, los cuatro primeros son considerados procesos primarios de desertificación y los tres últimos secundarios. Los procesos primarios son llamados así porque sus efectos son amplios y tienen un impacto muy significativo sobre la producción de la tierra.

Los factores condicionantes naturales son, por ejemplo, los antecedentes climáticos, geomorfológicos, pedológicos, fitogeográficos e hidrológicos. Los factores condicionantes antrópicos, o sea del ámbito social, se producen generalmente a raíz de sistemas de uso inadecuado o mal manejo de los recursos naturales. Un ejemplo son sistemas ganaderos extensivos como monocultura, falta de diversidad productiva estabilizante y el tipo de provisión de energía de la población. También corresponde citar factores condicionantes del ámbito político, como la inexistencia del concepto de planificación  y uso del espacio así como la ausencia de planes de utilización de la tierra y escasa reglamentación (y menos cumplimiento) de reglamentación para la protección de los recursos.


Los factores causales son, por ejemplo, pastoreo y pisoteo, extracción de leña, la tecnificación (caminos, prospecciones petrolíferas y mineras, etc.) y el fuego. Los factores causales del ámbito social se derivan, al menos parcialmente, del tipo de tenencia de la tierra, de la debilidad de los capitales y/o la escasa predisposición a la inversión de las empresas agropecuarias. Esto deriva frecuentemente en un manejo deficiente de los recursos y como consecuencia de ello resultan la migración, el empobrecimiento de pequeños y medianos productores y una degradación de las condiciones socioeconómicas y culturales. Estas consecuencias dan lugar principalmente a la pérdida del potencial de uso de la tierra, pérdida de superficies utilizables y disminución de la capacidad de carga.

Las consecuencias o factores de impacto se hallan relacionados con la degradación del paisaje respecto a la situación inicial en condiciones naturales o casi naturales del ecosistema. Ejemplo de esto es la destrucción más o menos pronunciada de la vegetación y del suelo.

Los factores condicionantes, causales, del proceso y del impacto se refuerzan sinérgicamente en el proceso, constituyendo la magnitud y dinámica de la desertificación.

Los indicadores pueden ser agrupados en el ámbito social y natural, de acuerdo al tipo de proceso. Los correspondientess a los factores condicionantes, como por ejemplo el clima árido, son la presencia de ventifactos o pavimentos de desierto; los relacionados con factores del proceso son modificaciones en la composición florística y faunística, decapitamiento de perfiles de suelo, exposición de raíces, lenguas de acumulación de arena, médanos o dunas, montículos, surcos, cárcavas, etc.

Los correspondientes a los factores causales serían el sobrepastoreo en el extremo grado del uso de especies forrajeras hasta la desaparición de las mismas del sistema. Los indicadores sociales, respecto a los factores consecuentes, pueden ser índices de migración interna, índice de distribución de hombres y mujeres así como grupos de edades en la población. Otros indicadores son índices de empobrecimiento, abandono de establecimientos e índices específicos en el área de salud y educación.

 Algunos indicadores sobre el estado de la desertificación

El proceso de desertificación se evalúa en base a tres criterios: estado actual, velocidad (dinámica) y riesgo, y para cada uno de estos criterios se consideran cuatro clases de desertificación: leve, mediana, grave y severa.

VARIABLES
INDICADOR DE ESTADO
INDICADOR DE DINAMICA

Biofísicas



Cobertura vegetal
% de cobertura
Variación % cobertura
Estruc. Vegetación
Tipo fisonómico/florístico
Variación tipo fisonómico/florístico
Biomasa activa aérea
Rangos Biom. Act. Aérea
Variación índice vegetación

Suelos



Degradación química
% tierras salinizadas
Variación % tierras salinizadas en superficie e intensidad

% tierras alcalinizadas
Variación en superficie e intensidad
Degradación biológica
% carbono orgánico
Variación % C orgánico
Degradación física
Profundidad efectiva


Textura
Variación en superficie e intensidad de áreas con erosión hídrica, eólica y combinada

Espesor del horizonte superficial

Geomorfología


Relieve
Unidades de relieve

Procesos morfo-dinámicos y estructurales activos
Distribución, magnitud e intensidad de tales procesos
Variación en la distribución, magnitud e intensidad de los procesos
Geoformas especiales
Presencia de conjuntos típicos de geoformas asociadas con la desertificación
Variación en la presencia de conjuntos típicos de geoformas asociadas con la desertificación

VARIABLES SOCIALES
INDICADORES DE ESTADO
Población y asentamientos humanos
% población económicamente activa
Indice de capacidad reproductiva de la población
Indice de masculinidad

Densidad de población  urbana y rural
Indice de concentración de población

Saldo migratorio
Indice de redistribución intercensal

Para evaluar el grado o severidad de la desertificación suele utilizarse un sistema de indicadores siguiendo un esquema propuesto por la FAO (FAO, 1984) el que debe ser modificado teniendo en cuenta las condiciones locales. El uso de la matríz permite una evaluación objetiva al reducir los factores subjetivos de los observadores y garantiza además la comparabilidad de datos de campo procedentes de zonas heterogéneas.

A modo de ejemplo, se incluye la matríz utilizada para la evaluación del estado actual de la desertificación en áreas representativas de la Patagonia (Cooperación Técnica Argentino – Alemana,1995)

CLASES DE DESERTIFICACION
LEVE
MEDIA
GRAVE
SEVERA
1.Degradación de la cubierta vegetal




% cobertura de plantas perennes
+ 50
50-20
19-05
- 05
% cobert. absoluta especies forrajeras
+ 30
30 - 10
09-05
- 05
Cambio florístico (invasión de especies)
Leve
Media
Grave
Severa
Deformación arbustos por ramoneo
Leve
Media
Grave
Severa
2. Degradación del suelo




2.1. por erosión hídrica




       Tipo de erosión
Laminar incipiente
Laminar y surcos
Surcos y cárcavas
Cárcavas abundantes
       Profundidad e intervalo entre surcos o canalículos o canales
Canalículos  + 2 cm; intervalos frecuentes de 3 m
Surcos de 2 a 15 cm; intervalos de 3 m
Surcos 2 a 15 cm a intervalos de 1,5 a 3 m
Surcos en intervalos menores a 1,5 m
     Profundidad de cárcavas (m)
-  1,5
1,5 - 3
3 – 10
+ 10
     Superficie afectada (%)
- 10
10-25
25-50
+ 50
     Subsuelo expuesto (% superficie)
- 10
10-25
25-50
+ 50
     Desnivel relativo montículos (cm)
- 10
10-30
30-60
+ 60
     Pavim. De desierto, c/costras (%)
- 10
10-30
30-50
+ 50
     Encostramiento (%)
- 10
10-25
30-50
+ 50
     Plantas en pedestal
Leve
Media
Grave
Severa
2.2. por erosión eólica




       Tipo de erosión
Ligero movimiento de suelo visible y reciente (acumula-ción - 2 cm
Montículos en forma de mantos
MontículosPavim. sin costras, lenguas de acumul. y deflación, médanos
Lenguas de acumul. y deflación (peladares), pavimentos sin costras. Médanos
     Desnivel de montículos o acumulaciones de origen eólico ("nebkas"), en cm
- 10
10-30
30-60
+ 60
     Pavimento (reg) s/ costras (%)
- 10
10-30
30-50
+ 50
     Superficie con "nebkas" en %
- 10
10-25
25-40
+ 40
     Areas deflacionadas (peladares) %
- 10
10-25
25-40
+ 40
3. Degradación  por exceso de sales




    Indicadores morfológicos
Ligeram. salinos en todo el perfil
Modera-damente salinos en superficie, algo alcalinos en profundi-dad
fuertem. salino en superf. y moderad. alcalino en profund.
Fuertemente salinos y/o alcalinos


III: ESTABILIDAD DE LOS SISTEMAS ECOLÓGICOS – SU CAPACIDAD DE RESPUESTA A DIFERENTES DISTURBIOS. (Sintetizado de: Vega, Ernesto y Eduardo Peters, 2004.  Conceptos generales sobre el disturbio y sus efectos en los ecosistemas.

Aunque existen definiciones que enfatizan distintos aspectos, en general la estabilidad está compuesta por: a) la resiliencia o rapidez con la que el sistema regresa a sus condiciones originales y b) la resistencia, que es la capacidad del sistema para soportar disturbios (Wu y Loucks 1995).*[1] Estas propiedades son parte de un concepto muy amplio, el del equilibrio, que ha servido como un marco de referencia obligado al estudiar ecosistemas. Sin embargo, en las definiciones de las propiedades ecosistémicas subyace otro concepto más: el de disturbio. Por ejemplo, la capacidad que tiene un ecosistema para regresar a sus condiciones originales se hace evidente cuando un disturbio lo aleja del estado basal.

[1]*) Según (Holling 1973, citado por Maass, M. 2003) la gruesa corteza de los pinos les permite resistir al fuego, mientras que la capacidad de rebrote de algunas especies es más bien una propiedad de resiliencia. La estabilidad de un ecosistema es el resultado de estas dos propiedades. Ante perturbaciones de baja magnitud, el ecosistema generalmente se recupera sin muchos problemas. Sin embargo, ante eventos de gran magnitud, la recuperación del sistema se vuelve más difícil. En algunos casos la transformación del ecosistema es de tal severidad que, aún cesando la perturbación, éste ya no regresa a un estado similar al original. Usualmente mientras más resistente sea un sistema tomará relativamente más tiempo para que vuelva a su estado inicial luego de un disturbio suficientemente fuerte como para haber alterado su estado (Aber y Melillo, 1991)



«Un disturbio es cualquier evento relativamente discreto en el tiempo que trastorna la estructura de una población, comunidad o ecosistema y cambia los recursos, la disponibilidad de sustrato o el ambiente físico» Pickett y White (1985).
Las especies y las comunidades siempre han estado bajo diversos regímenes de disturbio. El disturbio ha moldeado, cuando menos parcialmente, las historias evolutivas de las especies. En consecuencia, no es atrevido sugerir que el disturbio natural puede ser una parte fundamental de los ecosistemas (Sousa 1984, Pickett y White 1985).
Las causas y los efectos del disturbio, al igual que los métodos para evaluarlo, dependen en gran medida del nivel de organización biológica que interese abordar Los requerimientos para cuantificar disturbios serán diferentes si se trabaja con zooplancton, con aves o con sistemas lagunares. Por lo tanto, es difícil desarrollar técnicas «universales» para analizar disturbios.
A nivel de una población «un disturbio es un evento discreto y puntual de mortalidad, desplazamiento o daño de uno o más individuos (o colonias), que crea directa o indirectamente una oportunidad para el establecimiento de nuevos individuos (o colonias)» (Sousa 1984). La consecuencia implícita fundamental de esta definición es que los disturbios liberan recursos que pueden aprovechar otros organismos.


Cuadro 1 . Definiciones de los conceptos usados para caracterizar disturbios ambientales (Pickett y White 1985).
CONCEPTO
DEFINICIÓN
Disposición
Disposición espacial, incluyendo relaciones con gradientes geográficos, topográficos, ambientales y comunitarios.
Frecuencia
Número promedio de eventos por período de tiempo. La frecuencia es usada como probabilidad de ocurrencia de disturbio, cuando es expresada como una fracción decimal de eventos anuales.
Intervalo de retorno
Inverso de la frecuencia; es el tiempo promedio entre dos disturbios.
Período de rotación
Tiempo promedio necesario para perturbar un área equivalente al área de estudio (el área de estudio debe estar explícitamente definida).
Predictibilidad
Una función inversa, redimensionada, de la varianza del intervalo de retorno, que permite ponderar la recurrencia del disturbio.
Área o tamaño
Área perturbada. Puede ser expresada como área por evento, área por intervalo de tiempo, área por evento por intervalo de tiempo o área total por tipo de disturbio por intervalo de tiempo. Normalmente se expresa como porcentaje del área total.
Intensidad
Fuerza física del evento por área por unidad de tiempo ( e. g. calor liberado por área por intervalo de tiempo en un incendio, o velocidad del viento en huracanes).
Severidad
Impacto en el organismo, la comunidad o el ecosistema ( e. g. bimomasa removida).
Sinergia
Efectos por la ocurrencia de otros disturbios ( e. g. la sequía incrementa la intensidad del fuego y el daño por insectos incrementa la susceptibilidad a tormentas).
 
Las características y los efectos de los disturbios dependen también de la movilidad del organismo estudiado. Cuando se trata de organismos sésiles ( i.e. plantas) el disturbio puede caracterizarse mediante el tamaño del área perturbada, la magnitud del evento, la frecuencia, la predictibilidad y el período de rotación (el tiempo requerido para alterar toda la zona). De modo complementario, la recolonización de una zona alterada depende de: 1) la morfología, la fisiología y la ecología reproductiva de las especies presentes antes del disturbio; 2) la morfología, la fisiología y la ecología reproductiva de las especies que colonizaron el lugar o de las que pueden llegar al sitio; 3) las características del manchón de ambiente en el que ocurre el fenómeno (intensidad y severidad del agente de disturbio, tamaño y forma, ubicación y distancia de la fuente de colonizadores, la heterogeneidad interna, la fecha de su creación o tiempo transcurrido desde que se formó el manchón).
Para ecosistemas terrestres se puede considerar que los disturbios que afectan a especies sésiles inciden en los primeros eslabones de las cadenas tróficas, que son los responsables del ingreso de energía al sistema. Si el disturbio ejerce su efecto sobre especies móviles, típicamente se daña a los eslabones superiores de la red.


Tipos de disturbios para aves y sus posibles respuestas a lo largo de un gradiente ascendente de severidad. (Hotcking et al 1992)






Cuando los disturbios son muy intensos, los ecosistemas muy diversos y complejos se «simplifican», conservando pocas especies e interacciones. Sin embargo, el sistema podría regenerarse rápidamente, ya que el disturbio libera recursos que son fácilmente aprovechados. Este tipo de disturbios «renueva» al sistema, si la magnitud del disturbio no afecta de modo significativo a las fuentes de germoplasma en los alrededores.

En cambio, los disturbios de origen humano normalmente no liberan recursos; de hecho, modifican tan profundamente algunas propiedades del sistema que las especies no tienen la capacidad de aprovechar estos tipos de disturbio. La pérdida de la capacidad de regeneración tiene como principal consecuencia la degradación del ecosistema. Este tipo de disturbios de origen humano se puede clasificar en cuatro grandes grupos: a) reestructuración física del ambiente; b) introducción de especies exóticas; c) descarga de sustancias tóxicas al ambiente y d) sobreexplotación de recursos (Rapport y Whitford 1999).

Es interesante el hecho de que los síntomas de la degradación sean similares entre ecosistemas contrastantes. Se puede hablar de un síndrome de estresamiento, caracterizado por: 1) biodiversidad reducida; 2) alteraciones de la productividad primaria y secundaria; 3) poca eficacia en el reciclado de nutrimentos; 4) dominancia de especies exóticas y 5) incremento de especies oportunistas pequeñas con ciclos de vida cortos.

Se han propuesto tres procesos como los principales causales de esta sintomatología común: a) interrupción de los ciclos de nutrimentos; b) las estrategias adaptativas (en sentido ecológico) de las especies invasoras y c) la desestabilización de sustratos. Los disturbios que inciden en uno o varios de estos procesos ocasionan la degradación irreversible de los ecosistemas. Incluso, la imposibilidad de regeneración también tiene su origen en esos procesos, que permanecen activos aun cuando la fuente de disturbio desaparezca (Rapport y Whitford 1999).

En escalas superiores, como  la de paisajes, los disturbios de intensidad media, además de aumentar la diversidad alfa (número simple de taxa), también incrementan la diversidad beta (tasa de cambio de especies en el gradiente), ya que el disturbio crea parches de características diferentes inmersos en el paisaje. De este modo, suelen coexistir en una misma región parches de vegetación de diferentes edades y en distintas etapas de sucesión (Hobbs y Huenneke 1992).

Las actividades humanas y sus efectos sobre los sistemas naturales: el caso del disturbio crónico.
Es ampliamente reconocido que el impacto de las actividades humanas ocurre en todos los sitios y a todas las escalas. A nivel local, por ejemplo, podemos cambiar las condiciones de la calidad del aire mediante la combustión de residuos en un sitio determinado. En el nivel regional es posible modificar las condiciones físicas y químicas del aire mediante las emisiones de motores de combustión interna y actividades industriales en las megalópolis. Y a nivel global somos capaces de cambiar la química atmosférica: como consecuencia de aumentar los niveles de CO2, hemos causando el incremento de la temperatura media mundial, con el subsecuente deshielo de los polos y con ello el aumento de los niveles de los mares. No conformes con lo anterior, hemos incluso incidido a escalas que rebasan el ámbito global, como es el basurero de chatarra espacial que gira alrededor de nuestro planeta, cuyos desechos que ingresan a la atmósfera invitan a pedir buenos deseos por confundirse, a ojos inexpertos, con genuinas estrellas fugaces.

Típicamente, el impacto humano se reconoce en las áreas urbanas, en los campos agrícolas y en algunos ecosistemas sensibles como son los bosques templados y las selvas. Existe otro tipo de impacto de origen humano sobre el ambiente, que es poco atendido y sin embargo no es nada despreciable: se trata del disturbio crónico. El disturbio crónico es un tipo de perturbación cotidiana que afecta al ambiente; éste consiste en remover sistemáticamente pequeñas fracciones de biomasa, generalmente leña, forraje, materiales para la construcción de origen orgánico, y otros productos no maderables. Por lo general estas actividades no dan suficiente tiempo para que la vegetación se recupere adecuadamente, incluso estando dentro de la capacidad de carga del ecosistema, causando, con el paso del tiempo, el colapso productivo del sistema.

La diferencia entre el disturbio agudo y el disturbio crónico es que en el primero la alteración al medio natural se da de manera puntual en el tiempo y en el espacio mientras que en el segundo, la carga humana se mantiene en el tiempo y el espacio. El disturbio agudo permite que, después de su efecto, el sistema se recupere mientras que en el crónico por lo general acaba en el colapso del mismo.

La degradación causada por el disturbio crónico humano es frecuentemente discontinua y no lineal. Mientras la colecta de biomasa en el bosque se mantenga por debajo de la capacidad de carga del ecosistema, el efecto de recolecta es casi imperceptible. Pero cuando la presión humana es tan persistente que no permite su recuperación natural, la degradación se vuelve no lineal y el proceso que causa actúa de manera muy eficiente, agotando rápidamente las reservas del bosque (Singh 1998).

Lectura complementaria:

Los problemas ambientales de Argentina
(Resumido de “Singularidades territoriales y problemas ambientales de un país asimétrico y terminal” de Matteucci, S. y J. Morello – GEPAMA)

Los problemas ambientales de la Argentina tienen su origen en fuerzas extrarregionales, y de factores internos que se originan básicamente de las modalidades de uso del espacio, del avance de las fronteras agrícola y urbana, del crecimiento no planificado y de la política de apertura de los mercados. Sin pretender hacer un análisis exhaustivo de la situación ambiental, daremos algunos ejemplos que demuestran que el verdadero potencial argentino está desaprovechado y que gran parte de los problemas ambientales pudieron evitarse o podrían mitigarse.

Problemas ambientales derivados de las modalidades de uso del espacio
Desde el punto de vista físico, el estilo de desarrollo en la Argentina estuvo controlado por la preponderancia de la oferta natural, especialmente de maderas de alto valor comercial y suelos agrícolas. Todo el sistema ferroviario nacional hoy depauperado, asentó sus vías sobre durmientes imputrescibles de una única especie compartida con el Paraguay y Bolivia, el quebracho colorado santiagueño (Schinopsis lorentzii). Toda la industria nacional del cuero curtido dependió del tanino, material procesado del quebracho colorado chaqueño (Schinopsis balansae) y todo el sistema de alambrado de un país agroexportador dependió de dos o tres árboles nativos, ñandubay (Prosopis affinis), quebracho y algarrobos.

En cuanto a los suelos agrícolas, la oferta natural surge de la combinación de suelos fértiles y precipitaciones adecuadas en un tercio de su territorio. Esto ha influido en la instalación permanente de frentes dinámicos de avance de la frontera agrícola, con distinta racionalidad a lo largo de nuestra historia, pero siempre con una tendencia hacia la búsqueda y concentración de poder económico y político en distintos grupos sociales según el período: oligarquía terrateniente, grupos promilitares, empresa privada nacional, multinacionales.

El crecimiento de la ganadería y la agricultura en las tierras más fértiles de la Argentina, no sólo ha sido desmesurado en relación con el de otros recursos en el resto del país, sino que ha sido muy degradante, a causa de la racionalidad economicista subyacente. Actualmente hay más de 9 millones de hectáreas de las ecorregiones Pampa y Gran Chaco, donde se hace doble cultivo en secano con la más alta tecnificación (agroquímicos, semilla mejorada, maquinaria) en un modelo sofisticado con un fuerte componente de insumos importados pero sin incorporar masivamente ni riego suplementario ni fertilización. El proceso dominante que ha llevado a este estado actual se desencadenó hacia la década de los ‘60 y ha sido el paso de la agroganadería en rotaciones de 12 años a la agricultura permanente. Más tarde, se produce el pasaje de una agricultura predominantemente cerealera a la combinación cereales y oleaginosas con una tendencia actual a la producción exclusiva de oleaginosas (soja y canola) en dos cultivos al año o tres en dos años. En el Chaco semiárido las multinacionales están operando desde 1994 con desmonte, habilitación de tierra y doble cultivo (algodón/soja) bajo riego.

Las consecuencias ambientales son pérdida de la biodiversidad natural por sobreuso o mal uso de plaguicidas, pérdida de fertilidad por uso insuficiente de fertilizantes y suave y persistente pérdida de suelo, de estructura y de capacidad de retención del agua. En la década de los ‘80, el cultivo de la soja, altamente demandante de agroquímicos y agua, se practicaba con un paquete tecnológico incompleto, sin la fertilización adecuada y sin riego. Actualmente, se está usando riego suplementario en todos los cultivos pampeanos.

La agricultura de riego produce fenomenales procesos de salinización de lenta reconversión en espacios dotados de una infraestructura de riego por gravedad de muy alto costo. Las técnicas de riego por goteo y por aspersión con pivote central son una rareza. Se usan para alfalfares de semilla importada o producciones de muy alto valor. En la Argentina el tradicional riego por gravedad es la norma.

En un suelo con erosión grave, con pérdida de fertilidad y de estructura por compactación o formación del piso de arado, la producción de maíz es entre 50 y 40% inferior, la de soja se reduce entre 40 y 30%; en el mercado inmobiliario un suelo erosionado y de baja fertilidad tiene un precio 20% más bajo que tierras de erosión leve (Senigagliesi, INTA, 1996, in litt.).

Otro recurso valioso de nuestro país ha sido el bosque, el cual ha sufrido una gran reducción de superficie, de 425.000 km2 antes de la colonia a 280.000 km2 estimados en 1992. La vegetación leñosa, incluyendo bosques, arbustales y estepas arbustivas, que cubría el 61.4% del territorio, se redujo al 36% en dicho período. A esto cabe agregar que los espacios boscosos remanentes se encuentran en un estado variable de deterioro. La razón básica de esta situación es el potencial de uso múltiple de las tierras boscosas. El 65% de las tierras de bosques nativos tienen uso potencial agrícola; 85% de los bosques nativos tienen uso potencial y actual ganadero. La pérdida de los recursos boscosos ocurrió por el avance de las explotaciones ganaderas, forestales, agrícolas y silviculturales.

La ganadería de monte se practica desde la colonia, tanto en vacuno como en lanar y caprino. La deforestación con fuego se ha estado utilizando masivamente en el Chaco y en los bosques andinopatagónicos, para ampliar las tierras para ganadería. En el Chaco, la quema fue usada en los períodos prehispánicos por las etnias chaqueñas para concentrar la caza, aumentar la visibilidad, comunicarse, guerrear y limpiar el terreno para los cultivos de maíz y mandioca. Desde principios del siglo, el manejo del balance sabana/bosque en el Chaco se hace con el fuego, y más tarde con la tala rasa, con poco o nada de aprovechamiento de los recursos leñosos. En el Sur, desde hace más de 150 años el bosque austral es sometido a la quema para proteger la lana del ganado ovino. En Tierra del Fuego, hasta 1985 se quemaban los bosques de lenga (Nothofagus pumilio) para abrir campo a la ganadería.

La ganadería de monte produce daño por ramoneo de los renuevos, descortezamiento de los árboles de más edad, disminuye el banco de semillas por granivoría en especies con frutos palatables, pero especialmente porque los árboles dañados producen menos semilla. El resultado es un bosque deteriorado, con árboles deformados y de bajo rendimiento y con compactación del suelo por pisoteo. Todo esto atenta contra las posibilidades de regeneración de un bosque explotable.

La explotación forestal se inició en la región chaqueña desde comienzos de siglo. Inicialmente la tala selectiva de maderas era con hacha. Hacia el final de la década de los ‘50, se comenzó la extracción de maderas con motosierra. La devastadora explotación del Chaco húmedo por La Forestal, desde 1905 hasta 1950, es por todos conocida. Prácticamente agotó los quebrachales en 75.000 km2 en el este de la ecorregión Gran Chaco.

En general, la tala selectiva en los bosques naturales se realiza en varias etapas que se inician con el "desflorado" o primer corte selectivo, en el cual se extraen los mejores árboles de la especie deseada. Luego se hacen pasadas sucesivas y se extraen los árboles de segunda selección. Cuando se acaba la especie elegida en primera instancia, se sigue con otras, volviendo a los lugares ya explotados. Este sistema causa un gran deterioro físico, biótico y social. La estructura del bosque se modifica, como así los cursos de drenaje y los suelos, por la limpieza de las vías de entrada de la maquinaria y salida del producto o la instalación de aserraderos móviles, llamados "Aserraderos de monte". La calidad biótica disminuye porque quedan como portasemillas los árboles más viejos y enfermos, efectuándose una selección negativa. Además, se producen reducciones poblacionales y hasta extinciones locales de aquellas especies vegetales y animales que pierden el hábitat, o que son usados para la supervivencia de motosierristas y hacheros. El deterioro social se manifiesta en un ciclo que comienza con el incremento poblacional al instalarse una fuente de trabajo, el incremento de su capacidad adquisitiva y su bienestar como asalariado de un "obraje-aserradero" o una empresa monopólica, la reducción de salarios y de puestos de trabajo a medida que se va acabando el recurso, hasta que la empresa es abandonada quedando una población mayor que la inicial pero inferior a la del período de auge y, además, empobrecida. En síntesis, el resultado es la conversión de un bosque productivo en un peladar; y la transformación de una empresa poderosa en un grupo de lugareños empobrecidos, mientras los capitales se trasladan a otra región u otra actividad productiva para reanudar este ciclo de auge y decadencia.

La silvicultura también atenta contra los bosques nativos. La plantación de especies de crecimiento rápido en las tres ecorregiones donde la actividad es más significativa (selva misionera, selva tucumano-oranense y bosque austral) se hace sobre desmontes, entre ellos de los 4 bosques de coníferas más o menos homogéneos que poseía la Argentina: el de Podocarpus parlatorei (selva tucumano-oranense); el de Araucaria angustifolia (selva misionera); y los de Araucaria araucana y Austrocedrus chilensis (bosque austral). Este proceso de desmontar bosques de coníferas es una de las agresiones al patrimonio genético forestal más salvajes que se han hecho en el país. Se han convertido en plantaciones 120.000 a 130.000 has de la selva misionera; 16.000 a 20.000 has de la selva tucumano-oranense y 20.000 a 35.000 has del bosque austral.

La silvicultura de pasta y papel tiene un desarrollo tan tecnificado como la agricultura continua.
Por otro lado, los sistemas de control de incendios son inadecuados y el explosivo desarrollo de grandes superficies de coníferas plantadas sin adecuados guardafuegos y sistemas de prevención son el problema ambiental más grave.

El avance de la frontera agrícola también ha sido causal de la fragmentación y achicamiento de los bosques, especialmente en la Pampa, donde desde la segunda mitad del siglo XIX se talan y desmontan las pocas formaciones boscosas de la zona, con la extinción local de varias formaciones leñosas (algarrobales, caldenales, bosques tala-mistol, tipa-pacará y palo blanco-palo amarillo) quedando fragmentos remanentes en los ecotonos con afloramientos rocosos o pendientes fuertes. El avance de la frontera agrícola en el Chaco en la década de 1970-80 aceleró el desmonte de grandes extensiones de bosques y arbustales.

Además de la reducción de la superficie boscosa, cabe mencionar la existencia de fragmentos de vegetación secundaria en diversos estadios de la sucesión y de extensos parches de bosques intervenidos en distintos grados de deterioro. Las superficies, estados y factibilidad, y costo de recuperación de estos ecosistemas es desconocida. Sí se conocen algunos de los factores de deterioro, entre los cuales figura el uso múltiple, no planificado ni controlado de otros recursos del bosque. El 31% de la producción regional de carne, lana, y cuero, en el NOA y en el NEA, se realiza en ecosistemas de arbustales y bosques que simultáneamente proveen forraje, productos alimenticios, madera y leña, a tasas de extracción que superan las de reposición natural. Frecuentemente se practica la recolección destructiva arrancando plantas para la obtención de productos químicos industriales o medicinales. Existen redes clandestinas de acopio de animales vivos, pieles y cueros, provenientes de la fauna silvestre, de alto precio en el mercado internacional. La caza y la captura furtivas son notables en el periurbano de ciudades del interior, donde constituyen fuente de ingresos y alimento de una sociedad empobrecida y deporte para las elites.

Todas las acciones sobre las áreas boscosas han ignorado las múltiples funciones que cumple el bosque, entre las cuales las más importantes en la Argentina son las de fuente de biodiversidad y regulación de los regímenes hidrológicos.

Las ecorregiones gran Chaco, selva misionera y selva tucumano-oranense alojan poblaciones de especies tropicales adaptadas a soportar heladas episódicas y estacionalidad térmica marcada. Los bosques andino patagónicos tienen poblaciones de especies de alto valor maderero y ornamental. El bosque cumple, asimismo, el rol de inmovilizador del sustrato de muy alta erosividad que los sustenta y, en consecuencia, de conservador de la infraestructura vial, ferroviaria e hidroeléctrica.

Si bien la tasa de deforestación (0.14%/año) parece haberse estabilizado, los desmontes y talas van avanzando sobre terrenos cada vez más marginales, morfogenéticamente inestables, en ecotonos pedemontanos y faldeos de alta energía, donde el valor del bosque como protector es muy alto y donde es impensable una recuperación del sistema natural, por el rápido deterioro de la base geofísica al eliminar la cobertura vegetal.

Lo que se invierte en bosques nativos es exclusivamente en costos de extracción; no hay inversiones en selección y mantenimiento de ejemplares para reproducción, en sanidad ni en aplicación de técnicas silviculturales que garanticen la perdurabilidad del ecosistema. Esto hace que la explotación forestal salga barata a las empresas multinacionales y muy costosa al patrimonio y la seguridad nacionales y al bienestar de la sociedad local y regional.

Las acciones localizadas en las distintas regiones se integran complicando la situación ambiental en nivel nacional. Además, las "catástrofes" naturales se ven acrecentadas por causas antropogénicas. Por ejemplo, el fenómeno critico de las inundaciones en la llanura chaco-pampeana cobra una dimensión inusitada por el movimiento de material del suelo, de cumbre a depresión, a causa de la desprotección del suelo por desmonte y sobrepisoteo de vacuno y caprino en las partes más altas. La pérdida acelerada de la capacidad de infiltración de los suelos compactados por distintos procesos de formación de piso de arado, compactación difusa por maquinaria, sobrepisoteo de vacuno y por disminución del espesor de la capa arable, contribuyen a empeorar la situación. La compactación e impermeabilización en avance empeoran gradualmente el problema porque, en las zonas donde no hay avenamiento natural, la única salida del agua acumulada es por evaporación, prolongando su permanencia. En partes de la provincia de Buenos Aires, del Chaco y Formosa, el avance de la agricultura permanente empeora las condiciones físicas del suelo e incrementa los riesgos de inundaciones. En la práctica, hay una tendencia creciente a que los efectos de las inundaciones sean cada vez más catastróficos, porque las cubetas de evaporación se van colmatando, la capacidad de infiltración disminuye gradualmente y las vías de escurrimiento van perdiendo capacidad de flujo. Las lluvias excesivas no son manejables, pero los daños antropogénicos podrían minimizarse con un manejo inteligente, que evitara o mitigara los impactos negativos de las actividades productivas.

Problemas ambientales derivados del avance de las fronteras urbana y agrícola

La interfase entre tierras manejadas, donde el sistema está motorizado por la energía del combustible, y los ecosistemas naturales, en los que la fuente de energía es la radiación solar, es lo que tradicionalmente se llama frontera. Se trata de espacios donde coexisten varios tipos de actividades productivas, desde las extractivas (caza, pesca, recolección) hasta la agroganadería y la silvicultura. Las categorías tradicionales de uso de la tierra no bastan para clasificar la extraordinaria diversidad de destinos que tiene la tierra en esta interfase. La frontera agropecuaria se ubica entre las tierras agrícolo-ganaderas y los ecosistemas naturales que las rodean. La frontera urbana forma un halo de paisaje periurbano que rodea la tierra urbana consolidada. En estos sistemas de transición entre lo urbano y lo rural, y entre lo agrícola y lo natural, quedan fragmentos de los ecosistemas nativos, entremezclados con las celdas antropogénicas, pero se ha reducido la biodiversidad natural y se han destruido los controles homeostáticos naturales. Los cambios más dramáticos y más rápidos del paisaje se producen en las fronteras urbana y agropecuaria. El avance de estas fronteras y la construcción de grandes obras de infraestructura son los responsables del gran dinamismo de los cambios de uso de la tierra.

Los impactos ambientales son de gran importancia porque se explotan los recursos renovables de manera destructiva. Frecuentemente se produce la deforestación, con escaso aprovechamiento de los productos naturales del bosque; se instalan los cultivos con grandes cantidades de plaguicidas, aplicados con baja eficiencia. La conversión de tierras a la producción se realiza con escasos conocimientos acerca del funcionamiento de los ecosistemas naturales, frecuentemente productores de recursos valiosos vegetales y animales, y con funciones de reciclado y descontaminación que son altamente valoradas como servicios ambientales. La ausencia de políticas de conservación fuera de las áreas protegidas es un sine qua non; más aún, parece que implícitamente se incrementan las áreas protegidas para dar vía libre a la degradación del resto del territorio.

El avance de la frontera urbana produce un proceso de fragmentación del ecosistema natural y aparición de neoecosistemas (comunidades vegetales y animales en las que las especies dominantes son exóticas).

El periurbano es una zona de intensos conflictos de interés entre las actividades productivas primarias y la urbanización. Es además, el receptor de los desechos de la ciudad y proveedor de materias primas para la construcción de infraestructura vial, ferroviaria y edilicia. Se desconoce el hecho de que las áreas que rodean a las ciudades resultan críticas para el mantenimiento de la calidad del aire y del agua del espacio amanzanado y, lejos de ser protegidas, se convierten en un ambiente contaminado por residuos sólidos, líquidos y gaseosos, industriales y domiciliarios.

En la ecorregión del monte, como en la mayoría de las ecorregiones, el avance de la frontera genera procesos de desertización muy avanzados. El consumo de leña de sectores rurales y urbanos de bajos ingresos, así como la enorme demanda de postes y rodrigones para sostener los parrales han producido devastadoras extracciones con el subsiguiente movimiento de médanos antes fijados por las leñosas. Los casos más conocidos de médanos que avanzan sobre tierra agrícola están en Cafayate (Salta) y en Fiambalá y Tinogasta (Catamarca). Los médanos que avanzan sobre tierra de uso pastoril en la Patagonia subandina, al lado de los lagos, han sido medidos desde 1960 sin que se pudiera implementar en 30 años un mecanismo eficiente de inmovilización. El sobrerramoneo de caprinos causa la extinción local de especies subarbustivas. Aun en la ecorregión altoandina, donde hay poco grado de modificación por las condiciones climáticas, el periurbano está totalmente desertizado por el consumo local de leña y madera.

En el periurbano de Buenos Aires, además, se produce una pérdida acelerada de las mejores tierras agrícolas del país. Este proceso es alarmante en los últimos tiempos con el desarrollo urbanístico de barrios cerrados en plena pampa húmeda, sin ninguna evaluación de las consecuencias en el largo plazo.

Problemas ambientales derivados del crecimiento no planificado

Los efectos del crecimiento no planificado se observan principalmente en las fronteras agrícolas y urbanas. A veces cabe preguntarse si se trata de falta de planificación o de un plan perverso, ya que en la mayoría de los casos se percibe la racionalidad subyacente en toda explotación, de obtener la máxima producción a corto plazo, aun a costa de la degradación de los recursos a plazos más largos, como fue el caso del desarrollo de la ganadería y agricultura pampeanas. La hegemonía pampeana, impulsada por una serie de circunstancias extrarregionales, produjo profundos desequilibrios regionales, originando un modelo de dependencia centro-periferia que ejerce una enorme influencia sobre los tipos de uso de la tierra y el manejo ambiental de las regiones extrapampeanas. Esto se manifiesta en el avance de la frontera agropecuaria hacia el Norte, como consecuencia de la agriculturización y de la sojización, con el desmonte de bosque natural y el traspaso acrítico de los paquetes tecnológicos pampeanos a las ecorregiones tropicales-subtropicales. Al aumentar la superficie dedicada al doble cultivo en la pampa, la actividad ganadera fue empujada al Chaco y al semiárido pampeano. Desde 1976 en adelante, el Chaco semiárido fue desmontado para recibir crecientes demandas de cría vacuna con y sin implantación de pasturas.

Si bien el desarrollo económico de la región pampeana obedeció a una planificación cortoplacista y muchas veces no explícita, la ganaderización del Chaco fue una consecuencia no esperada. Sin embargo, no puede ignorarse que en un estado que funcionara sobre bases científicas habría sido posible generar modelos de predicción que alertaran sobre los impactos a distancia y a largo plazo de las acciones sobre el agrosistema productivo pampeano; esto es, sobre su rebote en el Chaco.

En los momentos actuales estamos viviendo otro evento de improvisación, cuyas consecuencias probablemente serán notables en la próxima generación. Esta es la explotación de los acuíferos no urbanos de la pampa húmeda, la cual se ha acelerado sin siquiera haber sido evaluados en calidad, existencia y tasa de recarga.

Los problemas ambientales de las ciudades provienen de su crecimiento espontáneo y de los fenómenos de deterioro que tienen lugar en el periurbano. Los asentamientos precarios en los tributarios cercanos a las urbes (por ejemplo, del río Paraná), la ocupación de los valles de inundación por basurales ilegales a cielo abierto; la contaminación de acuíferos, por desechos urbanos y agroquímicos, sin evaluación; la falta de adecuación de las redes cloacales y de agua potable en ritmo paralelo al de crecimiento de las ciudades, el volcado de aguas servidas sin tratamiento previo; las montañas de residuos sólidos que taponan los desagües y permiten el rebalse de un espejo de agua contaminada por grandes superficies, son algunas de las consecuencias del crecimiento no planificado.

Problemas ambientales derivados de la política de apertura a los capitales multinacionales

Si bien nuestra experiencia en este tema es de larga data, como lo demuestra el ingreso de los capitales multinacionales de la empresa del tanino Forestal Land, Timber and Railways CO. Ltd, a comienzos de siglo, es en el último período en que se observa una intensificación del estímulo a los capitales extranjeros.

En 1992 aparecen corporaciones forestales internacionales que invierten en tierras con bosques nativos para explotarlos a perpetuidad, ofreciendo un proyecto de manejo sustentable y elaboración de piezas de madera terminadas, pero con el cálculo de productividad maderera natural sobrevalorado para adecuarlo a las dimensiones de la industria. Como la industria ofrece puestos de trabajo a una provincia con dificultades estructurales graves, el conflicto entre el mantenimiento del recurso y el beneficio social aparece con toda su crudeza.

Las corporaciones transnacionales vinculadas con la producción agropecuaria y la salud, especialmente las industrias agroquímicas y farmacéuticas, han concentrado enorme poder; generan tecnologías de difícil adaptación a las limitaciones y posibilidades ecológicas locales y es poco frecuente la oferta de paquetes tecnológicos flexibles diseñados especialmente para ser adaptados o reprogramados.

Desde 1994, las empresas dedicadas a aromáticas compran la materia prima, la cual, para algunas especies proviene exclusivamente de extracciones en ecosistemas naturales. La situación socioeconómica imperante ha incrementado la tasa de extracción, ya que la actividad provee el único medio de sustento para los pobladores de escasos recursos y pocas posibilidades de conseguir empleo. Como consecuencia, en el Chaco serrano se ha observado la extinción local de muchas especies.

En la Pampa húmeda y en la Patagonia están llegando empresas para hacer enormes negocios (por ejemplo, Bennetton). La falta de regulación y control en el uso de los recursos facilita el enriquecimiento rápido sin ningún prurito en cuanto a la conservación de la base de sustentación de la producción nacional.

Problemas de fondo y posibles soluciones

En líneas generales puede verse que ciertos cambios profundos en el uso de la tierra han llevado al fracaso por una percepción errónea del funcionamiento territorial como unidad integrada. No sólo se han ignorado las ventajas adaptativas de la heterogeneidad espacial y temporal para la diversificación de la producción, sino que ha habido falta de previsión y de políticas de manejo tanto sectorial como integrado.

La improvisación ha dejado marcas imborrables en nuestro desarrollo reciente. Los procesos de desarrollo más relevantes de los últimos 30 años, como la expansión de la frontera agrícola, la agriculturización pampeana, el pasaje de un sistema agroexportador dominantemente cerealero a otro de cereales y oleaginosas, la desindustrialización, especialmente en la producción de maquinaria pesada, la entrada de paquetes tecnológicos de alta complejidad en el sector agrícola, el deterioro de las funciones de organismos del estado de enorme influencia en la investigación científico-tecnológica, y el control y vigilancia de sectores productivos clave como INTA, INTI, CNEA, el desmantelamiento de 30 institutos del CONICET de los que la cuarta parte estudiaba temas directa o indirectamente ligados con el medio ambiente, la desaparición en 1991 del Instituto Forestal Nacional (IFONA), fueron todos procesos no planificados adecuadamente, de resultados decididamente negativos o inciertos. En la actualidad, aun conociéndose los problemas que acarrea la deforestación, la apertura de fronteras entre países del Mercosur no tiene especificación alguna con respecto al comercio de leña y carbón vegetal, a pesar del gran impulso de la industria siderúrgica del sur del Brasil. Tampoco se ha previsto una fuente de leña para la industria siderúrgica argentina, recientemente privatizada, previéndose un futuro sombrío para los bosques del Chaco Semiárido.
 Hay una enorme carencia de políticas ambientales que promuevan su manejo sustentable. Dado que existen experiencias que demuestran la posibilidad de convertir la explotación minera del bosque en un manejo sustentable sin pérdida de rentabilidad, aun en ecosistemas con tasas bajas de reposición, las causas del continuado deterioro sólo pueden atribuirse a una falta de voluntad política para regular el funcionamiento de las empresas forestales, a través de la normativa legal adecuada, la vigilancia y el control; y para promocionar y financiar los programas de investigación en ecología, manejo y conservación del recurso bosque y del recurso genético. La misma consideración se aplica a todos los emprendimientos públicos y privados, en los demás tipos de ecosistemas.

La visión estática y sectorial de la naturaleza, mostrada por los organismos públicos de gestión de la producción y del ambiente, dista de ser la mejor herramienta para una planificación inteligente.
La falta de una visión integrada del país como región impide comprender las interacciones entre fenómenos aparentemente distantes y desconectados. Eventos que ocurren en una región repercuten en otras lejanas. Por ejemplo, la entrada de la soja y del doble cultivo en el núcleo maicero en la década de los ‘70 condicionó la intensificación de la ganadería en el Impenetrable del Chaco y el desmantelamiento de los caldenales pampeanos subhúmedos. La elección de una política de manejo del recurso agua o del recurso forestal en una región puede provocar respuestas ecosistémicas negativas en ecorregiones contiguas o distantes.

Gran parte de los problemas surgen por las competencias múltiples y sobrepuestas de distintos organismos públicos y privados sobre los bosques, los ríos, los lagos y las costas, lo cual hace inmanejables ciertas decisiones de saneamiento, manejo y restauración ecológica. La estructura pública que maneja los temas ambientales está compartimentalizada. Los organismos encargados del medio ambiente no han hecho estudios integrados de las relaciones entre los diferentes ecosistemas, los distintos recursos y las diversas regiones. Por ejemplo, el bosque nativo, el régimen hídrico y el sistema construido son incumbencia de distintos organismos a pesar de que funcionan como subsistemas interactuantes de un mismo sistema. Una política global de bosques nativos debe estar articulada con una política energética, ya que el 27% de la superficie de bosques es explotada para la obtención de combustible, lo cual, al menos en las ecorregiones secas (Chaco y Monte) está generando procesos de desertización. Una política global de producción agropecuaria debe estar articulada con una política de manejo de bosques, y así sucesivamente.

Si bien es necesario contar con especialistas en los diversos sectores, es imprescindible un organismo que los centralice y que funcione como un sistema de información, de modo que sea posible coordinar las acciones de todos los sectores sobre la base de información actualizada permanentemente y monitorear las acciones y los impactos de cada una de ellas sobre los demás recursos y regiones.

La planificación global, respetando la heterogeneidad espacial y temporal de la Argentina como región, permitiría un aprovechamiento más eficaz y sustentable de los recursos y, por sobre todas las cosas, un equilibrio regional más justo.

La desertificación en Argentina

La desertificación afecta aproximadamente a la sexta parte de la población mundial; al 70 % de todas las tierras secas, equivalente a 3, 600 millones de hectáreas y a la cuarta parte de la superficie total de tierras del mundo.

Según la Dirección de Conservación del Suelo y Lucha contra la Desertificación de la ex Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable, en la República Argentina las zonas de deterioro y degradación de ecosistemas comprenden el 75% del territorio nacional. La población afectada por estos procesos es aproximadamente el 30% del total nacional, comprendiendo unos 9 millones de habitantes.

En la actualidad, más de 60.000.000 de hectáreas están sujetas a procesos erosivos de moderados a graves y cada año se agregan 650.000 hectáreas con distintos grados de erosión.

La forma de tenencia de la tierra es un factor que contribuye a agravar los procesos de deterioro. Mientras que en la Patagonia el sobrepastoreo es la norma, tanto para el minifundio como el latifundio dedicados a la producción ovina, en la región árida del centro norte el problema del minifundio, la ocupación de tierras fiscales y los problemas de títulos -tierras comuneras- llevan a una degradación del suelo y del bosque, disminuyendo y aún anulando la productividad, sumiendo a los pobladores en la pobreza u obligándolos a emigrar.

Bibliografía consultada:

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